¿Lo recuerdan? Periodista polaco desde cuyos inicios, como reportero de diarios locales, causó revuelo por las duras (léase, inteligentes, insobornables) críticas al Poder. He aquí la nota publicada por Milenio hoy.
A los 74 años de edad falleció el escritor polaco, considerado el padre del nuevo periodismo y autor de libros imprescindibles para los comunicadores.
No fueron las balas en las oscuras calles de Ciudad de Guatemala ni las dictaduras que describió o alguna extraña fiebre africana lo que teminó con la vida de Ryszard Kapuscinski . A lo largo de décadas de trabajo como reportero nada jamás lo había alcanzado. Pero ese no fue el caso de la “grave enfermedad” que lo hizo fallecer ayer (martes), en Varsovia.
Reportero de un pequeño diario polaco, Kapuscinski se encontró con su sino a partir de sus propias obsesiones: salir de sus fronteras, recorrer el mundo y conocer a otros. Él quiere conocer Checoslovaquia, mas termina en la India como corresponsal y comienza a escribir su historia, según se cuenta en el más reciente título del periodista publicado en español Viajes con Herodoto (Anagrama, 2006).
En los años 1962-1972 trabajó como corresponsal de la Agencia de Prensa Polaca en numerosos países de África, Asia y América Latina, experiencia que le sirvió para escribir libros como Cristo con la carabina al hombro, sobre las rebeliones latinoamericanas; y La guerra del futbol, acerca de la contienda que libraron Honduras y El Salvador.
Fue también un viajero incansable por los rincones más remotos de Rusia, cuya realidad narró en su libro El imperio, en el que relató cómo se derrumbó la Unión Soviética y cómo vivían sus habitantes, con temor y esperanza.
Entre los galardones que recibió se encuentran el premio del Pen Club polaco en 1989 y el Premio Príncipe de Asturias de las Comunicaciones y las Humanidades en 2003.
Kapuscinski, que en los últimos meses vio mermada su salud hasta el punto de tener dificultades para andar y moverse, no dejó en ningún momento la máquina de escribir. Fue operado el pasado sábado y, según fuentes médicas, no se despertó de la anestesia sino hasta ayer. Sólo para morir.
Vida entregada al periodismo
La suya fue una infancia feliz, truncada por la experiencia de la Segunda Guerra Mundial en Polonia y la ocupación de Pinsk, la pequeña población en la que nació en 1932 —hoy parte de Bielorrusia.
Dueño de una mirada sobre el periodismo en la cual él se convertía en uno de los protagonistas de las historias, la obra producida por Kapuscinski llegó a considerarse “inclasificable”: en sus libros en los que se concentra la rigurosidad de la pluma del reportero, con la libertad del escritor de ficción.
La falta de lecturas en la infancia las suplió en la madurez, muchas veces llegó a comentar que su primer libro importante lo leyó hasta los 25 años de edad. Para El Emperador, su libro sobre Haile Selassie, el monarca etíope, leyó varias decenas de libros polacos escritos en la Edad Media, pues quería adquirir el lenguaje adecuado para describir el anacronismo de una corte medieval en el siglo XX.
Ese era Ryszard Kapuscinski, el hombre que ha sido llamado “El Reportero del Siglo”, una persona a la que Gabriel García Márquez denominó “maestro”. El reportero que, de alguna manera, toda su vida caminó descalzo, alejado de los lujos, apenas con una corbata con la que se le solía ver incómodo y siempre con la mirada atenta a su entorno.
Bibliografía escencial
• Viajes con Heródoto, Anagrama, 2006
• Los cínicos no sirven para este oficio, Anagrama, 2005
• El mundo de hoy, Anagrama, 2004
• Un día más con vida, Anagrama, 2003
• Los cinco sentidos del periodista, Fondo de Cultura Económica, 2003
• El Imperio, Anagrama. 2002
• Lapidarium V, Anagrama, 2002
• Desde África, Anagrama, 2001
• Ébano, Anagrama, 2000
• Lapidarium IV, Anagrama, 2000
• Lapidarium III, Anagrama, 1997
• Lapidarium II, Anagrama, 1995
• Lapidarium, Anagrama, 1990
• El Sha o la desmesura del poder, Anagrama, 1982
• El emperador, Anagrama, 1978
Tras la dimensión universal
“Cada vez que nos proponemos escribir acerca de un tema, debemos preguntarnos qué tiene de universal: cuál metáfora, símbolo o signo que nos permita pasar de lo pequeño a lo grande. Debemos hacer una reflexión porque sólo si encontramos este vínculo, este pasaje entre lo local y lo universal, nuestro texto tendrá peso y valor. Sólo así el lector descubrirá en nuestro texto, junto a la historia concreta, un mensaje universal, una pista que le ayude a descifrar las leyes del mundo.
¿Por qué algunos textos pueden vivir cien años y otros textos mueren al día siguiente de su publicación? Por una diferencia capital: los textos que viven cien años son aquellos en los que el autor mostró, a través de un pequeño detalle, la dimensión universal, cuya grandeza dura. Los textos que carecen de este vínculo desaparecen.
Conviene tener presente este requisito de universalidad también a la hora de recoger el material, mientras investigamos nuestro tema. Es una cuestión de talento, de intuición, pero también de amplitud de conciencia, de sabiduría. Y, sobre todo, se trata del secreto para que unos textos perduren y otros se pierdan en el olvido.”
* Fragmento tomado del libro Los cinco sentidos del periodista (FCE, 2003)
A los 74 años de edad falleció el escritor polaco, considerado el padre del nuevo periodismo y autor de libros imprescindibles para los comunicadores.
No fueron las balas en las oscuras calles de Ciudad de Guatemala ni las dictaduras que describió o alguna extraña fiebre africana lo que teminó con la vida de Ryszard Kapuscinski . A lo largo de décadas de trabajo como reportero nada jamás lo había alcanzado. Pero ese no fue el caso de la “grave enfermedad” que lo hizo fallecer ayer (martes), en Varsovia.
Reportero de un pequeño diario polaco, Kapuscinski se encontró con su sino a partir de sus propias obsesiones: salir de sus fronteras, recorrer el mundo y conocer a otros. Él quiere conocer Checoslovaquia, mas termina en la India como corresponsal y comienza a escribir su historia, según se cuenta en el más reciente título del periodista publicado en español Viajes con Herodoto (Anagrama, 2006).
En los años 1962-1972 trabajó como corresponsal de la Agencia de Prensa Polaca en numerosos países de África, Asia y América Latina, experiencia que le sirvió para escribir libros como Cristo con la carabina al hombro, sobre las rebeliones latinoamericanas; y La guerra del futbol, acerca de la contienda que libraron Honduras y El Salvador.
Fue también un viajero incansable por los rincones más remotos de Rusia, cuya realidad narró en su libro El imperio, en el que relató cómo se derrumbó la Unión Soviética y cómo vivían sus habitantes, con temor y esperanza.
Entre los galardones que recibió se encuentran el premio del Pen Club polaco en 1989 y el Premio Príncipe de Asturias de las Comunicaciones y las Humanidades en 2003.
Kapuscinski, que en los últimos meses vio mermada su salud hasta el punto de tener dificultades para andar y moverse, no dejó en ningún momento la máquina de escribir. Fue operado el pasado sábado y, según fuentes médicas, no se despertó de la anestesia sino hasta ayer. Sólo para morir.
Vida entregada al periodismo
La suya fue una infancia feliz, truncada por la experiencia de la Segunda Guerra Mundial en Polonia y la ocupación de Pinsk, la pequeña población en la que nació en 1932 —hoy parte de Bielorrusia.
Dueño de una mirada sobre el periodismo en la cual él se convertía en uno de los protagonistas de las historias, la obra producida por Kapuscinski llegó a considerarse “inclasificable”: en sus libros en los que se concentra la rigurosidad de la pluma del reportero, con la libertad del escritor de ficción.
La falta de lecturas en la infancia las suplió en la madurez, muchas veces llegó a comentar que su primer libro importante lo leyó hasta los 25 años de edad. Para El Emperador, su libro sobre Haile Selassie, el monarca etíope, leyó varias decenas de libros polacos escritos en la Edad Media, pues quería adquirir el lenguaje adecuado para describir el anacronismo de una corte medieval en el siglo XX.
Ese era Ryszard Kapuscinski, el hombre que ha sido llamado “El Reportero del Siglo”, una persona a la que Gabriel García Márquez denominó “maestro”. El reportero que, de alguna manera, toda su vida caminó descalzo, alejado de los lujos, apenas con una corbata con la que se le solía ver incómodo y siempre con la mirada atenta a su entorno.
Bibliografía escencial
• Viajes con Heródoto, Anagrama, 2006
• Los cínicos no sirven para este oficio, Anagrama, 2005
• El mundo de hoy, Anagrama, 2004
• Un día más con vida, Anagrama, 2003
• Los cinco sentidos del periodista, Fondo de Cultura Económica, 2003
• El Imperio, Anagrama. 2002
• Lapidarium V, Anagrama, 2002
• Desde África, Anagrama, 2001
• Ébano, Anagrama, 2000
• Lapidarium IV, Anagrama, 2000
• Lapidarium III, Anagrama, 1997
• Lapidarium II, Anagrama, 1995
• Lapidarium, Anagrama, 1990
• El Sha o la desmesura del poder, Anagrama, 1982
• El emperador, Anagrama, 1978
Tras la dimensión universal
“Cada vez que nos proponemos escribir acerca de un tema, debemos preguntarnos qué tiene de universal: cuál metáfora, símbolo o signo que nos permita pasar de lo pequeño a lo grande. Debemos hacer una reflexión porque sólo si encontramos este vínculo, este pasaje entre lo local y lo universal, nuestro texto tendrá peso y valor. Sólo así el lector descubrirá en nuestro texto, junto a la historia concreta, un mensaje universal, una pista que le ayude a descifrar las leyes del mundo.
¿Por qué algunos textos pueden vivir cien años y otros textos mueren al día siguiente de su publicación? Por una diferencia capital: los textos que viven cien años son aquellos en los que el autor mostró, a través de un pequeño detalle, la dimensión universal, cuya grandeza dura. Los textos que carecen de este vínculo desaparecen.
Conviene tener presente este requisito de universalidad también a la hora de recoger el material, mientras investigamos nuestro tema. Es una cuestión de talento, de intuición, pero también de amplitud de conciencia, de sabiduría. Y, sobre todo, se trata del secreto para que unos textos perduren y otros se pierdan en el olvido.”
* Fragmento tomado del libro Los cinco sentidos del periodista (FCE, 2003)
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