El blog de Luis Frías

marzo 16, 2008

A propósito de Tulancingo

Tulancingo es mucho más que extensos pastizales y conductores respetuosos. Aquí no sólo hay mujeres lindas y rancheros que exportan leche y sus derivados. Tampoco es sólo la cuna de personajes de la historia reciente: baste el de oficio luchador Rodolfo Guzmán—El Santo, el enmascarado de plata—, el irreverente guacarrócker y fundador de Botellita de Jerez, Francisco Barrios El Mastuerzo, o los novelistas Agustín Ramos y Ricardo Garibay: este último, notabilísimo no sólo por su obra sino por sus contagiantes maneras furibundas. No.

El valle de Tulancingo es una de las piedras de toque en el curso de la historia de Hidalgo. Y es que aquí han ocurrido cosas cuya singular importancia se puedne conocer sumergiéndonos en la historia y la antropología.

De la Síntesis de la guerra de Independencia en el estado de Hidalgo de Víctor Manuel Ballesteros, se desprende que Tulancingo, ocupada por realistas, fue una ciudad que opuso notable resistencia a los ataques de los insurgentes; en la provocación insurgente de 1812 a Tulancingo, los realistas se mantuvieron firmes, con lo que orillaron a los cabecillas insurgentes a retirarse de la ciudad y replantear sus ataques. Notable ejemplo de resistencia de los tulancinguenses.

En otro breve tomo –Síntesis de la creación del estado de Hidalgo- Ballesteros también sostiene: “Una ciudad de gran importancia económica y por supuesto política en el nuevo estado era Tulancingo, sin embargo los liberales sentían cierta aversión a designarla capital, porque desde 1862 era la sede del obispado, y hay que recordar que el obispo e Tulancingo don Juan Bautista Ormaechea, había colaborado estrechamente con el Segundo Imperio”. De lo contrario, Tulancingo quizá hoy sería la capital del estado. “Las ciudades de mayor importancia eran sin duda Pachuca y Tulancingo”, continúa Ballesteros párrafos adelante, “el valor catastral de estas ciudades representaba el 59% del total de las propiedades urbanas del estado”, en las postrimerías del XIX.

En fin, el hecho es que de los múltiples materiales que dan cuenta del variopinto Tulancingo, sólo algunos poseen el rigor metodológico que los hace dignos de traerse a cuento. Están la Descripción de Francisco Ortega, los Apuntes del Licenciado Cossío y Soto, los aportes de Teodolmiro Manzano, y estas obras recientes: Páginas de Tulancingo y Cartografía histórica de Tulancingo. A esta lista a la que se suma Tulancingo, pasado y presente, volumen de reciente aparición.

Más que un exhaustivo estudio sobre esta área, el tomo agrupa ocho textos que van de lo estrictamente basado en datos históricos, hasta la interpretación de procesos religiosos, pasando por la revisión de alguna curiosidad local.

Está incluido un estudio a cerca de la conformación geopolítica de Tulancingo. El texto remonta sus fuentes de consulta a la prehistoria, hasta llegar a los cronistas de Indias y a diversos códices. Sergio Sánchez y Gilberto Moraleshacen ver la evolución del Tulancingo geográfico por medio de fuentes prehispánicas.

En otro texto, Francisco Jiménez Abollado se refiere al Tulancingo de la Colonia. Especialista en la administración de Nueva España, Jiménez puntúa singularidades que tuvo la encomienda colonial en Tulancingo, al tiempo que habla de una conspiración protagonizada pro Hernán Cortés. “A la luz de las fuentes documentales que guardan diferentes repositorios documentales españoles y mexicanos, es posible y necesario efectuar el estudio profundo y sistemático que requiere este movimiento, que algunos… prematuramente quizá, han denominado como uno de los primeros estallidos en busca de la emancipación de la Corona española”. Es una conclusión que abre la puerta para otro estudio. Pues bien: es un texto con cierta erudición, pero muy asequible.

Aportación que me gustó mucho es “Tulancingo y el ferrocarril en el siglo XIX”. Como su nombre lo indica, se trata de un repaso de lo que fue el ferrocarril en la región. Con Porfirio Díaz, la modernización era la consigna del gobierno mexicano; siendo de principal interés el desarrollo de vías férreas, para el traslado de mercancías a lo largo y ancho de México. Y por Tulancingo cruzaban las vías del ferrocarril de Hidalgo y del Central. Es realmente interesante leer a través de Javier Ortega cómo las vías férreas han sido pieza fundamental de la economía, cultura y política de Tulancingo.

Mis inclinaciones, sin embargo, hacen que me interese en estudios de otro orden.

Por ejemplo, en "Los curas son los verdaderos diablos" del etnólogo Artemio Arroyo. Se nos informa dell personaje de Diego Agustín, que luchó para que los indios se emanciparan del poder opresor de los españoles. Pero el movimiento fue detectado por culpa de un delator. Se cancelaba temporalmente la gestación de algún movimiento indígena fortalecido y duradero.

Pero el sincretismo religioso y el arte son los temas que más páginas acaparan. De los 8 textos, la mitad aborda estos asuntos. Así, está “Representaciones rupestres en Hiztli-La Mesa”, texto en donde Alberto Morales pasa revista a los estudios previos sobre las pinturas rupestres de la región, y aventura aportaciones que no desmerecen. En “Dos santuarios representativos del estado de Hidalgo”, María Angélica Galicia se refiere a dos de estos sitios de advocación religiosa: uno es El Señor de las Maravillas del municipio El Arenal; el otro es Nuestra Señora de los Ángeles, éste sí en Tulancingo. La investigación es interesante, la redacción puede mejorar mucho. Los dos textos restantes son de lo mejor.

Uno es “Muéveme tu cuerpo tan herido”, que desde el título tiene resonancias religiosas que es lícito vincular con la poesía sacra de Santa Teresa de Ávila. Rosalba Ponce y Thania Meneses elaboran un texto difícil de clasificar, porque incluye testimonios, interpretaciones, datos históricos. Pero esta característica, lejos de entorpecer el ritmo del texto, lo enriquece.

Otro es “La persistencia de los dioses. El dios del Maiz”. A cuatro manos, Rosalba Ponce y Gabriel Espinosa se refieren al Señor del Colateral, un santo harto venerado en el municipio Acaxochitlán; santo al que vinculan con Cintéotl, el dios del maíz. Su trabajo interpretativo y sus fuentes, pero sobre todo su fina escritura, hacen que este trabajo sea el que más me gustó.

Ahora bien: que Tulancingo no es sólo lo que dice este libro, es verdad. Pero es cierto que tampoco se reduce a El Santo, o a El Mastuerzo, o al obseso de gloria que era Ricardo Garibay. De manera que el libro Tulancingo, pasado y presente se trata de una aportación más, humilde pero notable, a esta región de mujeres lindas que comen queso y conducen con precaución.

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Desde chico tenía ganas de escribir un diario, o algo así. Pero era cosa de niñas. Este blog es lo menos afeminado que encontré.

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