El blog de Luis Frías

noviembre 08, 2008

Ni le muevan

Pareciera que a nuestros políticos les ha dado por parafrasear a Eduardo Haro Tecglen, el que sostenía que: “se empieza censurando la televisión y se termina por los poemas”. O bien, de modo aún más grotesco, saltan a la vista las evidencias de que estos seres han vuelto a adoptar la mexicanísima especulación filosófica del “a mí se me hace”. Como siempre, a esos hipócritas de traje oscuro las evidencias no les interesan y lo que digan las estadísticas y las ciencias comprobables les viene corto. Porque para ellos la única lógica valedera es la de sus cuentas bancarias y su fotografía en los periódicos. Poquísimos son los que dicen lo que piensan. “Los políticos ladran”, sostenía Ricardo Garibay. Por eso es francamente inverosímil todo cuanto les sale de la boca.

Cómo olvidar la vez de los condones. Los miembros de la elite política dieron un espectáculo bochornoso. Parecían no tanto los hombres con golden card y putas de lujo al alcance de su bolsillo; todo lo contrario: se asemejaban más a esas maestras de puericultura cuyo propósito en la vida es educar niños de bien, para un futuro con arcoíris y cielos azules… Pintoresco involuntario por los cuatro costados, el entonces secretario de Gobernación hizo el papelón de su vida. Pero lo más interesante es que seguramente él no ni siquiera se dio cuenta: “a mi se me hace que eso es mejor”, habrá pensado el señor cuando salió a reprobar que los condones y las pastillas anticonceptivas se añadiesen a la lista de medicamentos oficiales. Como si alguien con los cuatro tornillos lo fuese a respaldar. Que le haya dado su espaldarazo la jerarquía religiosa es la prueba más fehaciente de que sus palabras fueron un dislate. Después del presidente Fox, quedó como el segundo más tonto del sexenio. Se lo ganó, por fiarse a los dictados de su parecer.

Semejante, decadente espectáculo es el de ahora. A propósito de los narcos y las drogas. Un asambleísta del DF de estilo progre, propuso algo que previsiblemente todos recibirían frunciendo el entrecejo. La realidad es que su objetivo era no quedarse callado en medio de todo lo que está pasando en el país. Mas su malhadada sugerencia de legalizar la mariguana para consumo personal y para que se venda en pequeños e inocentes establecimientos yonqui, evidentemente no causó desató espaldarazos entre los demás legisladores. “A mi se me hace que nel, papacito”, les susurraba la voz de sus conciencias. De cualquier modo, el honorable legislador consiguió lo que buscaba en el fondo: levantar ámpula y estar en boca de todos. Tan lo logró, que ése es el propósito de la siguiente propuesta.

Después de mucho darle vueltas a las posibilidades que se tienen una vez legalizada la mariguana, creo que no conseguiríamos ningún provecho verdaderamente sustancial. Cierto lo que dice el diputado progre, él sí fundándose en las evidencias técnico-científicas de otros naciones de allende el Atlántico: que los precios se reducirían y, según lo muestran las evidencias, el narco vería reducidas sus ganancias. O sea: legalizar la mota es combatir al narcotráfico. De modo que no despenalizar el consumo equivale, de alguna manera, a consentir el tráfico ilegal. No pocos personajes públicos e intelectuales salieron a apoyar la propuesta. En el diario español El País, Carlos Fuentes razonó que despenalizar la mariguana no equivale a impulsar su consumo, sino a desincentivar su tráfico. Algunos hasta dieron explicaciones científicas de que el alcohol y la mariguana producen efectos similares, y todo eso. A favor de la propuesta.

En todo caso, lo único cierto es los arrestos del diputado. ¿No es acaso una muestra de verdadera valentía la de este hombre? Meterse con las ganancias de los narcos no es cualquier nimiedad.
Pero igualmente evidente es que combatir el poder de los narcos implica perder una de las joyas mexicanas más preciadas de los últimos tiempos. Y es que junto con los políticos de nuestro país, enriquecidos también de manera ilícita y también responsables de muchas muertes injustas, los narcos encarnan a ese personaje cuya existencia no podemos conocer sin sentir una mezcla de amor-odio. Que lance la primera piedra quien sostenga que no se muere de envidia por la mujer y el carro de tal o cual político gordinflón. Y quién juraría que no ha tenido el deseo de ir al volante de un auto exquisito, al lado de una rubia pornográfica y no tener límites en la tarjeta de crédito. Traer pistola. Mandar. Ser el jefe. Un Chingón. Un cabrón. Un hombre muy macho. ¿Quién?

Que me comprendan todos los consumidores de mota de este país, pero repruebo lo que ha propuesto del diputado progre. ¡Qué va a ser de nosotros ni nos quitan lo poco que tenemos! Los narcos. Sin ellos nada en este país sería lo mismo. Sólo los políticos se repartirían las inverosímiles (por ingentes) sumas de dinero. Sólo ellos podrían disfrutar de los placeres sibaritas que otorgan el poder y las posesiones. De modo que la propuesta del diputado es peligrosa para su salud por partida doble: porque los narcos y nosotros vamos a emprenderla contra él y sus colegas. Los narcos por obvias razones pecuniarias; nosotros, porque nos querrían privar del otro objeto de nuestro placer y admiración que es la chabacana abundancia en que nadan los narcos.

En contra de las especulaciones de los panistas y priistas que reprueban la legalización de la mariguana, no son menos irrisorias las evidencias que sostienen los perredistas y petistas que aprueban la despenalización. A los primeros “se les antoja políticamente arriesgado” votar a favor: piensan en los votos de las próximas elecciones. A los segundos “se les hace lógico, de acuerdo a las evidencias científicas”, y en, por tanto, aprueban con fe. En todo caso, lo cierto es que ninguno de esos políticos ha reparado en que, mientras no consigan que todos podamos vivir con el glamur con que lo hacen los narcos de nuestro país, sería peligroso atentar contra ese elemento de placer y adoración nacional.

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Desde chico tenía ganas de escribir un diario, o algo así. Pero era cosa de niñas. Este blog es lo menos afeminado que encontré.

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