El blog de Luis Frías

enero 15, 2010

El que se mueve no sale en la foto

El siguiente artículo no me lo publicaron en una revista underground. No sé por qué. Se trata de una crónica sobre el décimo encuentro nacional de fototecas, realizado en Pachuca, el cual fue un espectáculo para el lucimiento político, y nada más.


1. El problema de los eventos culturales oficiales es precisamente que los organizan personas que se asumen adlátares del sistema gubernamental, de modo que se preocupan menos por su dizque materia trabajo, que por el buen sazón de los bocadillos y porque haya suficientes vasos de coca cola y copas de tinto en el lobby del auditorio. No es importante el debate de los participantes de las mesas; lo crucial es salir sonrientes en las fotografías de la prensa. Que las secciones de cultura digan “Cierra con éxito el Décimo Encuentro Nacional de Fototecas”, o cosas así. Justificar el gasto, quedar bien con los patrones del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), que todos aplaudan; de eso se trata.
Aunque en todos los lugares pasan estas cosas, hay sin embargo una diferencia entre los eventos culturales organizados por el oficialismo y los que se generan (no en todos los casos pero sí muchos) desde el underground y, aun, desde el seno de la Academia. ¿Que el arte y la cultura tienen cada vez menos público consumidor? La culpa es de la socialité que despacha desde las oficinas de cultura. Por cierto recelo, hacía tiempo que no me inscribía con formalidad a un foro, simposio o congreso académico-cultural; tuve que regresar a las andadas para confirmar que lo mejor es permanecer alejado de allí. El décimo Encuentro Nacional de Fototecas fue una cosa doble: por un lado, elogios mutuos entre los expertos participantes y, por otro, aplausos provenientes de neófitos. No hubo espacio para quien se interesara en sacar algún provecho intelectual. O recibir vítores, o prodigarlos. Punto. “Durante diez años, el evento se ha convertido en punto de referencia para el abordaje y discusión de temas de en la fotografía nacional y en la archivística internacional.” Dónde quedó esto que prometía el programita oficial.

2. Una combinación de buen gusto provinciano con genuina chabacanería. Todo ocurrió en un teatro viejo, con pésima ventilación y peores bancas; pero las lindas edecanes regalaban a cada persona una bolsita con un poster del evento, un bien impreso boletín de prensa, el número pasado de una revista y un cuaderno instructivo para conocer los mejores papeles para guardar las fotografías familiares. O sea, nada. Con las 400 personas que abarrotaron aquel pequeño teatro pachuqueño, no era posible estarse 10 minutos sin que escurriera el sudor. No iba a ser fácil aguantar las 4 horas seguidas. Pero después de todo, los que organizaron esto habrán pensado que esas minucias no importaban. Sí. Lo curioso es que tampoco les interesó el contenido de la discusiones, que fueron entre archivistas de fototecas, fotógrafos de revistas, investigadores de lentes gruesos y administradores de museos en torno, en esencia, a cómo le han hecho para guardar el material de sus fototecas y que no se les maltraten, sin pensar en que al público no le interesaba gran cosa aquello. En general, un soporífero intercambio de sus reportes anuales de actividades. No sé si a eso se refería el director del Sistema Nacional de Fototecas (SINAFO) y anfitrión del encuentro, Juan Carlos Valdés Marín, cuando me confió que el objetivo de éste era “dar voz a los diferentes actores de las fototecas del país”.
Antes de las horas de sopor, Juan Carlos Valdés le entregó las medallas al mérito fotográfico a Graciela Iturbide, Manuel Álvarez Bravo (in memoriam), Pedro Valtierra y al Fideicomiso Archivos Plutarco Elías Calles y Fernando Torreblanca. Abrazos entre ellos, aplausos del público. Buenos fotógrafos, sin duda. Valtierra, admirable, dedicó su medalla a los fotoperiodistas, a menudo ninguneados. Ahora bien, el criterio para otorgar las medallas fue, al final, “una decisión del Sistema Nacional de Fototecas” (Juan Carlos Valdés dixit).
Gulp.

3. Lo demás del encuentro fue inaugurar exposiciones. Un crítico de fotografía sería el indicado para hablar de eso. Pero por lo demás, las inauguraciones fueron la cereza oficialista del pastel. Lo de siempre: free jazz de fondo musical, sonrías amables y artísticas entre fotógrafos y autoridades, el corte del listón, un recorrido oficial con fotos y comentarios para la prensa; después, vino tinto, refresco, croissants. Un par de rubias buenísimas a las que todos acechaban, paseaban su espléndida humanidad por aquí y por allá. Las fotografías de la expo se quedaron allí dentro.
El primer día se inauguró la expo Homenaje a Graciela Iturbide, en la sala Nacho López. En cada encuentro, se monta algo nuevo en esa pequeña salita. Al otro día: la colectiva Migraciones, de Antonio Turok, Byron Baruchly, Eniac Martínez y Francisco Mata: una maravilla antropológica, diría yo, y finalmente, 100 fotógrafos contemporáneos en México II, que tenía cierto sabor a propaganda de la Secretaría de Turismo.
Al tercer día, una vez que el encuentro había terminado, en las salas de exposición no había nadie. Fue la oportunidad para poder observar. ¿Qué habrá sido de aquellas lindas rubias que fingían ver las fotos de Graciela Iturbide?

4. Es fácil imaginar que el Encuentro Nacional se convertirá en una ficha informativa que girará algún empleado del SINAFO a sus jefes en el INAH:
“Jueves 22 de octubre. Primer día de actividades. Fotógrafos recibieron ovación por medallas entregadas. En las dos mesas de discusión, participación con teatro lleno. La inauguración de la exposición, un éxito, mucha gente, mucha prensa. Entrevistaron a Graciela Iturbide y a Pedro Valtierra. Ella declaró: ‘Me encanta la labor que hace la Fototeca, sobre todo cómo almacena este edificio la memoria y la historia, y después sus revistas que han hecho, sus encuentros con los jóvenes es una labor que mil respetos y me encanta’.
”Viernes 23. Segundo día de actividades. Menos afluencia en la primera mesa que en el día anterior. En la tarde, muchos muchachos en la ponencia de la fotografía y las revistas. Las exposiciones tuvieron mucha gente también: eran casi los mismos que habían estado en todas las actividades. Juan Carlos Valdés declaró a la prensa: ‘Nos está yendo muy bien, lo digo sobre todo por los comentarios de los ponentes y de los visitantes. Siendo objetivos, hay ciertas fallas pero que tratamos de que la gente nos las note porque son fallas de logística, siempre buscamos que todos gocen de las mejores condiciones para que lo disfruten.’
”Tal vez haya que cambiar de lugar, porque se sentía mucho calor y la gente se retorcía. Todo lo demás, muy bien, muy bonito, comentaban.”

5. El problema no es sólo que las mesas de discusión, las inauguraciones y todas las actividades del décimo encuentro hayan sido puro show mediático sin discusiones de fondo, sino que cabe preguntarse: ¿hasta qué grado, las bases intelectivas en que se funda la organización de este evento son el reflejo de las políticas que mueven a las instituciones oficiales de cultura del país? Fotos en las páginas de la prensa, caras sonrientes, datos y datos sin reflexión de por medio, bluff. Qué pena que haya sido éste el objetivo del único encuentro de fototecas que se organiza en toda Iberoamérica. ¿Dónde quedó el debate sobre el uso del medio digital vs el análogo en la foto, sobre la degradación del uso de la foto tradicional, por ejemplo? Ojalá que el siguiente año cambien las cosas, si bien ha pasado una década así y todos parecen estar muy contentos.

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Desde chico tenía ganas de escribir un diario, o algo así. Pero era cosa de niñas. Este blog es lo menos afeminado que encontré.

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