Señor
editor,
Formulo
este comentario, ay, tardíamente; como tardía llegó la Ley de Víctimas. Ahora
bien, espero que tenga un ápice de valía, en comparación con la importancia que
significa dicha ley.
En “El
color del cristal” (Letras Libres,febrero, 2013), el analista financiero Jorge Suárez Vélez hace una afirmación
al desgaire más que cuestionable. Su texto, abundante en razones sobre lo que debiera
hacer el naciente gobierno de Enrique Peña Nieto en materia económica, abona a
entender una de las preocupaciones mayores de todos los mexicanos: la economía
nacional y cómo ésta afecta nuestros bolsillos.
Cuestiona cierta ambivalencia, típica del antiguo
PRI, que el gobierno federal ha demostrado en estos 6 primeros meses: por un
lado, en comunicaciones, energía y educación, ha presentado una loable faceta
modernizadora, pero por otro, con el Pacto por México —de naturaleza
eminentemente política— vuelve a la antigua fórmula de “quedar bien con todos” aunque
ello signifique que ese rostro moderno quede sólo en discurso hueco.
Para sostener esta hipótesis, Jorge Suárez hace
una comparación penosa. Al ponderar la importancia de la reforma fiscal, hace
un parangón con la recién aprobada Ley de Víctimas. Y para mostrar la hipótesis
de falsedad del naciente gobierno, tilda de “absurda” esta ley por la que al
menos desde 2011, mediante organizaciones como el Movimiento por la Paz con
Justicia y Dignidad, buena parte de la sociedad civil en México tuvo que luchar
frente al gobierno federal y la legislatura anterior y actual, para finalmente
lograr su publicación.
Lo cito: “Si
vienen más leyes absurdas, como la de ‘víctimas’, recientemente firmada por el
presidente, el camino será largo y en el mejor de los casos nos dejará en el
lugar del cual partimos, pero habiendo perdido seis años y una impecable
oportunidad histórica.”
Es una comparación
muy desatinada. La importancia de la reforma fiscal es toral, sí, pero ¿qué
tiene que ver con la Ley de Víctimas? Sin embargo, no es sólo el hecho de confundir
la magnesia con la gimnasia. Es, en el fondo, lo ofensivo de tal afirmación a las
víctimas del delito, a sus familias y a la sociedad civil que han luchado por
una Ley de Víctimas a la altura de los daños que ha significado la llamada
“estrategia de seguridad” del gobierno anterior.
La
afirmación causa azoro por partida doble. Llama la atención que aparezca no en una
publicación cualquiera, sino en Letras
Libres, revista cuyos lectores estoy seguro que la tenemos como lectura de
cabecera. ¿O quizá el editor consideró que el texto “Gracias a las Víctimas”,de Eduardo Vázquez Martín, publicado en el mismo número, servía de contrapeso
en la balanza?
Vázquez
Martín, con conocimiento sobre la dura cuesta que debió sortear la Ley de
Víctimas, hace un recuento de las sesiones, malentendidos, declaraciones y aun
broncas en sordina, que víctimas y familiares, activistas, legisladores,
secretarios de estado y hasta el propio presidente Calderón protagonizaron.
Con
justificación, Vázquez Martín se congratula de que, por fin, con el gobierno de
Peña Nieto, se haya publicado esta Ley, si bien perfectible, nada “absurda”.
Un
saludo cordial,
Luis
Frías
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