El blog de Luis Frías

abril 17, 2007

Al garete, la zona arqueológica de Tula



El descubrimiento de un entierro prehispánico de infantes, de más de mil años, puso al descubierto que la zona arqueológica de Tula no cuenta con un Plan de Manejo que salvaguarde su riqueza histórica y arqueológica.




El hallazgo de un entierro de 23 cuerpos de niños, localizado a doscientos metros de la zona arqueológica de Tula, demuestra que la riqueza arqueológica de este sitio se encuentra amenazada por el crecimiento urbano y la carencia de un Plan de Manejo que contribuya a su preservación.

El entierro, vestigio del sacrificio de 23 infantes, se localizó de manera fortuita en las instalaciones que alquila la PGR en la localidad. El hallazgo que se detectó apenas a 10 centímetros de profundidad, no sólo derriba la hipótesis de que la cultura Tolteca era pacífica, sino que ejemplifica la importancia de los vestigios que ahí permanecieron ocultos por más de mil años, sostiene el arqueólogo Luis Manuel Gamboa Cabeza, investigador adscrito al Centro INAH, con residencia en la zona arqueológica de Tula.

“Nosotros manejamos la hipótesis de que fueron sacrificados y enterrados en un espacio de aproximadamente cuatro metros cuadrados. Por la cerámica encontrada, calculamos la fecha y suponemos que provienen de fuera, que no son toltecas. Tal vez fueron traídos del sur de la cuenca de México, de Xico o Chalco”.

El experto indica que con base en los estudios de la antropóloga física, Atenea González, investigadora del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM, probablemente los niños fueron degollados y sus cráneos perforados en honor del dios Tláloc, el dios de la lluvia, ya que en el entierro se encontraron figurillas de esta deidad.

De acuerdo con la posición del hallazgo, uno de los 24 infantes fue incinerado y colocado en el interior de un adoratorio, sobre el cual fue colocada una cabeza de Chac Mool, y a sus lados dos malacates para hilar, así como los otros 23 cadáveres.

Según las versiones arqueológicas los niños de 5 a 15 años sacrificados entre los años 950 a 1150 después de Cristo, eran seleccionados por tener un remolino en la cabeza y “por ser muy llorones”.

Este descubrimiento registrado en el mes de marzo —se dio en el momento en que se construía una barda y los albañiles encontraron una olla—, no sería significativo en el Templo Mayor de Tenochtiltán, pero por tratarse del pueblo tolteca cobra relevancia, asegura Gamboa Cabeza.

“Al encontrarnos por primera vez con estas evidencias de sacrificios nuestra visión cambia radicalmente. Pensamos que cuando el tlatoani Quetzalcóatl abandona la zona de Tula Chico, las costumbres cambiaron y los habitantes que fundaron Tula Grande se convirtieron en un pueblo guerrero que practicaba el sacrificio humano”.

De ahí que todos los elementos iconográficos encontrados en la zona se relacionan con este tema; por eso se pueden observar en el edificio B de la zona arqueológica a las serpientes devorando un corazón, o a los mismos gigantes de Tula que son guerreros.

Los vestigios encontrados en las instalaciones de la PGR, así como los 45 entierros localizados durante la construcción del distribuidor vial, que se ubica a cinco kilómetros de la zona arqueológica, serán expuestos en el mes de junio, en el museo de sitio de Tula.

Urbanización, amenaza para Tula

El crecimiento urbano amenaza los vestigios de esta cultura prehispánica. En años recientes se han erigido viviendas prácticamente a un lado de la zona arqueológica, incluso la malla ciclónica que delimita el lugar es usado como tendedero.

Frenar este fenómeno es urgente porque se trata de un sitio —que alcanzó en su momento una extensión de aproximadamente 15 kilómetros cuadrados— donde apenas se ha estudiado 5 por ciento, y donde quedan muchas incógnitas por revelar.

Actualmente, las autoridades municipales son muy sensibles al problema y colaboran en todo lo que sea preservación del pasado prehispánico, aunque también ha habido aquéllas que anteponen el desarrollo urbano sin considerar que con sus decisiones podrían afectar este patrimonio que es irrecuperable, reconoce el investigador Gamboa Cabeza.

“Nunca ha habido un Plan de Desarrollo Urbano para la zona arqueológica, no tenemos un cinturón de protección que debería de ser de más de 100 metros. El Plan de Manejo que se ha propuesto hasta ahora está mal planteado ya que el área B de amortiguamiento de la zona, se concibe como un espacio para urbanizar”.

Por si eso no fuera suficiente a tan sólo 8 kilómetros de la zona se contribuye una autopista que irá de Querétaro a Puebla y Tlaxcala.

Ante esta problemática los arqueólogos se preguntan, con razón, cuál será el futuro del patrimonio arqueológico de Tula.

El jaguar prehispánico

Una singular escultura de jaguar de media tonelada de peso elaborada en basalto se muestra en el Museo de Sitio de la zona arqueológica de Tula, Hidalgo, luego de que se exhibiera en la exposición El jaguar prehispánico. Huellas de los divino, en Beijín, China.

Esta pieza fue encontrada hace más de dos décadas en la localidad de Francisco Bojay, cuando don Epifanio Barró araba su tierra. La trasladó a su casa donde su esposa la utilizaba como piedra para lavar y sus hijos como juguete.

Fue hasta 1984 que el campesino entregó esta joya al INAH para su resguardo en el Museo Regional de Hidalgo; el recinto nunca se construyó y la pieza permaneció en una bodega hasta ahora que salió a China.

Milenio Diario. Tula, Hidalgo/Leticia Sánchez

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