El blog de Luis Frías

octubre 22, 2007

Ser morbosos

Desde que me enteré por la televisión, no he dejado de saber algo nuevo sobre el caso. De su presumible labor literaria se ha dicho poco; no así de su afición a la carne humana. Como lamentaba el hilarante Jorge Ibargüengoitia, cuya novela Las muertas se basa en aquel surreal episodio mexicano de las poquianchi, la prensa mexicana gusta informar en trescientas palabras lo que se puede decir en tres. En León, Guanajuato, vivían las hermanas González Valenzuela, maléficas proxenetas dueñas del burdel El Ángel, donde después de prostituir a las adolescentes, las mataban junto con los hijos procreados. Pues bien, igual que el siglo 20 mexicano hizo un drama por la maldad de las poquianchi, la nota roja de nuestros días se ha concentrado con interés mezquino en un hombre que además de haber hecho algunos penosos pininos literarios, se comió a su novia.

Hasta el último rincón del mundo fue a parar la noticia de José Luis Calva Zepeda. No importa recordar que la prensa lo ha tildado de “poeta caníbal”, como si verdaderamente se tratara de un escritor desvariado. No me lo parece. Le dicen poeta porque escribió 800 poemas de ignota calidad, además de quién sabe cuántas obras de teatro y no se cuántas más novelas. Pero nadie las ha leído. Nadie sabe de su existencia. En ningún lugar se puede encontrar un libro suyo. En rigor, no es escritor ni poeta, ni nada que se le parezca. Si acaso es un loco que escribía sus locuras. Que se le confiera tanta importancia es lo que me parece gracioso y perverso. ¿El Poder habrá inventado a este personaje tan repugnante como poético? ¿Es posible que quieran ocultar algún otro hecho decididamente más grave? En caso contrario, no logro entender por qué se le dirigen los reflectores con tanta insistencia. Y es que al día siguiente de su detención, cobró una fama preeminente en la historia de la humanidad. Al investigar sus orígenes, los malévolos redactores de la prensa amarillista consideraron coherente decir que lo habitaban demonios nacidos cuando niño por una enfermiza relación con su castrante madre. Esto llevó a otra más truculenta conclusión: ¡el caníbal añoraba concebir un hijo! Justicia es confesar que me rompí en carcajadas al oír tamaño disparate. Ahora bien, Calva Zepeda ha conseguido lo que pocos: entrar al elitista grupo de los asesinos seriales.

“Sobre el muerto”, reza el refrán, “las coronas”. Sin probarlo, lo han acusado de otros dos crímenes, por la mera razón de que guardan mucho parecido. Uno, el de una mujer cuyo nombre no recuerdo pero en el que participó ¡el novio del poeta caníbal!; otro, el La Jarocha, una prostituta de poca monta. Y hay más. Gracias al amarillismo, leí embebido que un médico adscrito a un centro de salud, tiene a Calva Zepeda por un prospecto para llegar a carnicero incontrastable, pues los cortes que hizo reflejan un conocimiento profundo del arte de rebanar cuerpos tibios. En suma: se ha dicho tanto sobre esto, que debería empezarnos a aburrir y, sin embargo, se puede afirmar que las cosas apenas comienzan.

Ver feo a los medios informativos por la insistencia que le han dado al caso, sería una cortedad de miras. En rigor, ellos no hacen otra cosa que venderle al público lo que éste quiere escuchar. De otro refrán (“se odia lo que se envidia”) sacamos una conclusión práctica. Se admira lo que horroriza. Pensando en la televisión, alguien se preguntaba inteligentemente si la culpa la tienen los consorcios que transmiten tanta porquería; ¿o la tenemos nosotros, que tomamos el control del aparato televisivo y nos echamos enfrente suyo 8 horas diarias? Haríamos mal no admitiendo que el morbo no es una imposición de nadie, sino una preferencia nuestra. ¿Quién quiere perderse los nuevos detalles de Calva Zepeda, por insignificantes que sean? Hay que pensar que a nadie le ha importado preguntarse si habrá alguna consecuencia social seria, por el influjo de este caníbal entre la juventud mexicana. O alguna cosa así. Y es que tomar en serio las cosas es aburrido. Por eso no tengo fe en que pronto aparezca un hombre de bata en una transmisión noticiosa, explicando cosas importantes sobre el caso, dando razones, criticando… Como buenos morbosos, nos gustaría que se escribiera una novela detallando los entretelones de este caso de macabras resonancias.

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Desde chico tenía ganas de escribir un diario, o algo así. Pero era cosa de niñas. Este blog es lo menos afeminado que encontré.

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