El blog de Luis Frías

junio 27, 2008

Legalizando las mentiras

Reportaje a propósito de las absurdas leyes de transparencia aprobadas en los estados más pobres, desiguales y marginados de México. He tomado el caso del estado de Hidalgo por ser el más reciente y emblemático: su ley de transparencia es ridícula. Trato de demostrar la total realidad de la ecuación “a menor transparencia, mayor pobreza”. Un reportaje a manera de periplo por las tierras del estado mexicano de Hidalgo.


Por Luis Frías

No es fácil creer que ésta sea una de las provincias más atrasadas de México. Desde que uno toma el autobús es imposible creerlo: el servicio, de primera, cuesta un ojo de la cara que no podrían costear gentes pobres. Aunque algo es cierto: los viajeros de estos autobuses ADO no son los más desposeídos; para los pobres existen líneas de bajo costo pero de pésima calidad en las que, sin embargo, los periódicos a menudo informan que hay asaltos a mano armada, violaciones sexuales, asesinatos a sangre fría… La verdad, he preferido pagar la diferencia del boleto para venir al estado de Hidalgo.

Cuando se entra a la capital del estado, Pachuca de Soto, uno piensa en lo que sea menos en pobreza. Tal vez porque llegué de noche, pero lo cierto es que antes de arribar me he encontrado con lo que aquí llaman El Corredor de las Caricias. Un gobierno pasado creó los así llamados Corredores Turísticos: de este modo se diseñaron El Corredor de la Montaña, el de los Centros Balnearios y el de las Haciendas Porfirianas. La idea era explotar de forma turística todas las regiones de la entidad. Pero El Corredor de las Caricias es el nombre que le ha puesto la gente a esta larga fila de prostíbulos que se extienden a la vera de la carretera. Sus estacionamientos son extensos y están iluminados por luces neón. Esta vez estaban repletos de carros flamantes.

En definitiva, antes de llegar a la central camionera uno renuncia a creer que éste sea un sitio pobre, tal como lo indican estadísticas respetables. Desde mi ventanilla del autobús lo veo y no lo creo. ¿Cómo es que en la sexta provincia más pobre del País pueden existir vialidades automovilísticas envidiables por cualquier capital de Europa? ¿Cómo una entidad cuyas finanzas gubernamentales son patéticas –dependen absolutamente de lo que le envía la Tesorería Federal del País-, posee una plaza comercial de proporciones inverosímiles? Almacenes de ropa exclusiva y costosa, pistas de patinaje, casa de apuestas, restaurantes con servicio para jugar a los bolos, un centro de convenciones hermoso, hoteles pagables sólo por gente muy rica, el mosaico a cielo abierto más grande del País, un gran teatro de nombre Gota de Plata, residencias de políticos. Glamour. ¿Cómo, por qué?

Una vez en la central de autobuses, tomo el taxi que me lleva a un hotel del centro histórico. No tiene nada que ver con los hermosos hoteles que se veían desde la ventanilla del ADO. Se encuentra justo frente al famoso Reloj Monumental de Pachuca, que es una calca del Big Ben de Londres. Una belleza del Art Dèco que contrasta con las viejas y ruinosas casuchas que rodean a la zona. Al llegar se me acerca una mujer entrada en años con muy poca ropa. Forma parte de las prostitutas que ofrecen sus servicios en la zona de tolerancia del centro histórico de Pachuca. Ya me habían sugerido que tomara mis precauciones.

Lo cierto es que el taxista y yo no tardamos más de 15 minutos de la central camionera al sórdido centro histórico nocturno de Pachuca; pero sorprende el contraste entre una y otra zona de la pequeña ciudad. Después de compartirle mi asombro a Ignacio, el taxista, no me pudo haber dicho nada más descorazonador. “Pero qué le sorprende. Espérese ir a cualquier lugar aquí cerquita. Va a ver lo que es estar jodido. Quesque la ley de transparencia va a mejorar todo. ¡Puras madres qué!”.

¿Ley de transparencia? Lo más posible es que se refiriera a mi habitación de hotel. Pringosa la alfombra gris. Pringoso el espejo del claveteado tocador. Pringoso el excusado del baño. Pringosas y grises las sábanas. La noche no era nada prometedora.


Cuando desayunaba al otro día, lo primero que hago es un recuento de las informaciones que poco a poco me he allegado sobre varios hechos para saber de Hidalgo.

En primera, está lejos de formar parte de las provincias mexicanas con fortaleza socio-económica. Antes bien, históricamente se sitúa al lado de estados pobres y marginados. Junto con Chiapas, Oaxaca, Guerrero, Tabasco y Veracruz, el estado de Hidalgo siempre aparece entre las entidades con los más bajos niveles. Pero curiosamente, a diferencia de esos estados marginados, Hidalgo es vecino del Estado de México y del Distrito Federal, los que acumulan la mayor riqueza del país. El viejo cuento del depauperado vecino del millonario.

En segunda, un dato doloroso. Que tiene que ver con la migración a Estados Unidos. Hidalgo no tiene cara para decir cuántos espaldas mojadas expulsa año con año. De acuerdo con la prensa local, incluso hay algunos pueblitos de la región que se encuentran prácticamente poblados sólo por mujeres y niños. Todos los hombres se fueron a buscar empleos del otro lado de la frontera.

Por otra parte, el gobierno se empeña en demostrar que esta región también es poseedora una cara linda. Como atinadamente lo anuncian los enormes letreros en toda Pachuca, la entidad es dueña de un sinfín de atractivos. Naturales y artísticos. Investigué y me enteré que Turismo Estatal mandó confeccionar una cursi pero costosa campaña publicitaria llamada “Hidalgo en la Piel”. Invirtiendo lo equivalente a 4 millones de dólares, la campaña se trata de enormes letreros sembrados a lo largo y ancho del país, en los que la actriz mexicana Irán Castillo aparece llevando por toda ropa un trabajo de body paint sobre sus curvas. Así, su cuerpo aparece en primer plano cubierto por caracteres precolombinos en aquel espectacular que tiene como fondo de acompañamiento unas ruinas arqueológicas de la civilización tolteca. O bien, tiene pintado un globo aerostático en su linda cadera, en la esa fotografía donde se promueve el turismo ecológico. O incluso: está recostada a lo diva sobre ese enorme mosaico que es el orgullo del gobierno local, porque es la pieza en su tipo más grande en todo México.

Pero otra cosa es más notable. Desde que se llega a Hidalgo cualquiera con un dedo enfrente lo puede advertir. Por allí leí que el opio de las civilizaciones no es, como sostuvo Marx, la religión; es el fútbol. Y a decir de Octavio Paz, al mexicano no le puedes quitar su virgen de Guadalupe ni su fútbol sin poner en riesgo la integridad de tu vida. Pues bien, para la gente de aquí no hay orgullo mayor que su equipo de balompié.

El encuadre Tuzos del Pachuca está en cada rincón de Hidalgo. Desde que venía de la Ciudad de México, la línea ADO se jacta de ser “orgullosamente tuza”. Cuando entrábamos a Pachuca, aun siendo noche era imposible no reparar en los enormes letreros que informaban cuál es la cuna del fútbol mexicano. Decían: “Hidalgo, cuna del fútbol”. Y en el taxi que me trajo al hotel, no había un centímetro en que no se rindiera fe al equipo. Para no decir más, el carrito era verdaderamente un templo cuya advocación son los Tuzos.

Pero en estricto sentido, los Tuzos han sido la bandera legitimadora de muchas cosas en Hidalgo. Sabedores del poder que tiene el juego de balón, los mandatarios acuden a los eventos que organiza a menudo Jesús Martínez, el empresario dueño del equipo. Ya se sabe, éste es el guión: acuden a los cócteles en el lobby, se abrazan cordialmente, el mandatario se pone la playera albiazul no importándole arrugar camisa y corbata, y salen a la cancha de entrenamiento: allí tira un mal penalti al portero del equipo que, sin embargo, se deja anotar. Y todo es felicidad. El eventito lo cubren los reporteros y fotógrafos que al siguiente día, sacan en sus periódicos la noticia. De tal modo, el mandatario adopta públicamente la imagen del hombre como tú y como yo que apoya al equipo.

Es precisamente allí donde los ánimos se desbordan de entusiasmo. Es cuando se presenta la confusión. El momento deseado por todos los mandatarios. De allí sacan mayor tajada.

Interesantemente, hace unos meses el periódico El Universal sacó a la luz lo que pasaba entre los Tuzos y el gobierno estatal. Como todo buen escándalo, la noticia circuló en Hidalgo velozmente. A poco, todo el mundo entendió por qué el equipo ha tenido un auge sin parangón. De ser hasta hace poco un equipo de segunda, pasó a convertirse en único club del país en ganar la Copa Libertadores, además de coronarse en la Primera División del Fútbol Mexicano. El negocio soñado por cualquier empresario. En poco tiempo, Jesús Martínez construyó las instalaciones para la primera Universidad del Fútbol en el País, adquirió el estadio de fútbol otrora perteneciente al gobierno local, mandó diseñar una línea de ropa y, en fin, impuso a los Tuzos como el equipo de Hidalgo. De este modo, el centro de convenciones internacionales más lindo de Pachuca se llama Tuzofórum, una nueva plaza comercial se llama Tuzoplaza donde se puede adquirir… tuzo-ropa. Pues esta tuzomanía la explicó El Universal ventilando las ligas gobierno-Jesús Martínez. El diario informó que el gobierno vendió a precio de risa todos los terrenos adquiridos por el empresario, prestanombres del gobernador en turno; los terrenos ahora valen varios cientos de veces más. “Gobernadores de Hidalgo”, daba a entender el rotativo, “utilizan a los Tuzos para especular con tierras”.

No bien he terminado de revisar las informaciones, cuando el café de mi desayuno ya se enfrió y el pan que pedí todavía no me lo traen. He perdido el apetito.


Las cosas suceden igual en las provincias mexicanas en condiciones de pobreza, marginación y desigualdad: la orgullosa exaltación gubernamental contrasta totalmente con lo que pasa en la vida real. Si en el estado de Oaxaca el gobernador Ulises Ruiz es repudiado por toda la población, él sale en los noticiarios afirmando que reina la paz y el progreso. Menudea el apodo de Ulises Ruin. Igualmente pobre y pegado a Oaxaca, está el estado de Veracruz. Tiene un gobernador que se ganó la Lotería Nacional y que hace las delicias de los cartonistas de los periódicos: no aparece en los medios de comunicación sin decir involuntariamente alguna barrabasada. Pero es el de Chiapas el caso típicamente emblemático. Como posee un clima fabuloso y todo parece prosperar amablemente allí, se dice que Chiapas es un paraíso terrenal. Pero un paraíso hundido en la miseria. Y para no ir más lejos, está Hidalgo, el sexto estado más pobre pero con el equipo de fútbol más flamante. ¡Arriba los tuzos!


“Acomodo todo esto porque hay que hacerlo: ya es nueva toda la cuestión para organizar los archivos”, me explica Susana, entre cajas de cartón y hojas amarillentas desperdigadas por todo el lugar.

Hace pocos meses le informaron que entraría en vigor una nueva normatividad. La Ley de Transparencia y Acceso a la Información Pública Gubernamental. “¿Y?”, se dijo, “¿a mí qué?” Por ser la encargada del archivo de este pueblito, tenía algunas nociones de las leyes de transparencia de otros sitios del país. Nunca sospechó, sin embargo, que desde junio iba a caer sobre ella la responsabilidad constitucional de poner al alcance de las personas todos los hechos de gobierno de este lugar, Tepeapulco.

Desde Pachuca de Soto hasta Tepeapulco, el camión tarda poco menos de dos horas en llegar. Los días pasados he hecho viajes de semejante duración. De Pachuca a Tulancingo, de Pachuca a Ixmiquilpan y de Pachuca a Real del Monte. Invariablemente, todos estos sitios hidalguenses tienen unos patéticamente desordenados archivos que debían ajustarse días atrás a la Ley de Transparencia pero no prometen conseguirlo en poco tiempo.

Como Hidalgo ocupa los últimos sitios entres los estados que brindan información oficial a sus habitantes, los gobernantes se han visto irremediablemente obligados por la opinión pública a crear un mecanismo de acceso a la información gubernamental.

Así nació esta Ley de Transparencia.

Pero lo que le preocupa a Susana no es que los documentos de su pueblo se puedan consultar por las personas, sino terminar de acomodar los papeles en las cajas que debe montar en los anaqueles. Y es que le advirtió el alcalde de Tepeapulco que los documentos debían estar listos lo más pronto posible, porque en cuestión de meses él va a abandonar el cargo, y no quiere dejar líos legales.

“Me dijeron de la ley hace unos meses. En ese entonces el presidente municipal me mandó a capacitarme a Pachuca. Pero cuando acabé la capacitación faltaban bien poquitas semanas para que entrara en vigencia la Ley, ¡y mira cuántas cajas me faltan de ordenar!”, dice una Susana desanimada ante los miles de folios que no pudo organizar a tiempo. La Ley entró en vigor el 15 de junio.


La tabla de posiciones del Índice de Transparencia 2008 está encabezada por los estados de Chiapas y Veracruz. Por el contrario, en el sótano de la tabla están Oaxaca, Tabasco, Tlaxcala, Jalisco, Tamaulipas e Hidalgo. Este último tuvo una calificación lo que lo sitúa en la posición 26 ¡de 31 entidades evaluadas!

Hidalgo y su gobierno sólo cumplen con los niveles mínimos de transparencia en cuanto a su Marco Regulatorio. Esto es, dan a conocer sus reglamentos. En cambio, reprueba en los rubros de Costos Operativos, Marco Programático-presupuestal, Rendición de Cuentas y Estadísticas Fiscales.

En cuanto a Costos Operativos, Hidalgo se encuentra entre los tres estados con menor transparencia, junto con Morelos y Oaxaca. Los tabuladores de Sueldos y Salarios son importantes en este rubro. Hidalgo sólo presentó los de sus altos funcionarios, ocultando la vastedad de los otros 5 mil empleados. Por si fuera poco, los salarios de los altos mandos no están desglosados, de manera que es imposible conocer si los 71 mil 74 pesos mensuales que percibe el gobernador ya incluyen prestaciones de seguridad social, compensaciones, prima vacacional, aguinaldo y otras prestaciones así. Cosa muy dudosa.

Ahora bien, los Gastos de Representación son los recursos que utilizan los funcionarios para cumplir con sus obligaciones oficiales. Es dinero del erario que sólo unos cuantos gobiernos estatales ponen a la luz pública. Y entre los 18 que sí lo hacen no está Hidalgo.

De cualquier modo, la agencia Aregional que hace estudios de transparencia de este tipo, concluye:

“Respecto a la percepción salarial mensual de los gobernadores, se aprecia que ésta supera, en la mayoría de los casos, a la realidad de un país en el que la mitad de su población se encuentra en situación de población se encuentra en situación de pobreza y, además, está atravesando por un escenario de incertidumbre financiera y económica, explicado fundamentalmente por la recesión que afecta a los Estados Unidos”.

Otro renglón es la disponibilidad de información sobre adjudicaciones para la contratación de obra pública, adquisiciones y arrendamientos. De los 32 estados del País, sólo 21 brindaron información al respecto. Hidalgo está entre los 11 que no lo hicieron.

Todavía más rezagada está la información a propósito de concesiones y licencias para la prestación, aprovechamiento de los bienes y servicios públicos, esto es, desde concesiones a taxis y microbuses, hasta la construcción de los hospitales y las carreteras tan preciadas por el gobierno hidalguense. Tal y como les sugería Porfirio Díaz a los políticos de finales del decimonono mexicano (“No es necesario que robes: construye obras”, les decía), cien años después los políticos saben que pueden amasar pingües cantidades construyendo puentes y carreteras. No es mera casualidad que a propósito de las adjudicaciones de obra pública, Hidalgo no brindase ninguna información.

Ahora bien, el Marco Programático-Presupuestal no es otra cosa que la cantidad de dinero de que disponen los gobiernos y en qué lo utilizan. Su evaluación consiste en sacar a la luz la procedencia exacta del dinero e informar en qué se invierte. Del examen, Hidalgo y otros 7 estados salen reprobados: la transparencia es de bajo nivel.

El renglón más abarcador es Rendición de Cuentas. Como su nombre lo indica, consiste en la demostración —con facturas, notas, recibos de gastos, etcétera— de que el dinero ha sido empleado limpiamente. Uno de los aspectos que más afecta a los estados cuyo nivel de Rendición de Cuentas es bajo, se liga directamente con que sus Cuentas Públicas están incompletas. Los papeles que entregan intentando demostrar sus gastos, simplemente no son convincentes.

El último punto son las Estadísticas Fiscales. Esto es, el historial financiero entre un gobierno y otro. Este índice comparativo permite conocer las tendencias del gasto y su destino. O lo que es lo mismo: permite saber a qué cosa destina más recursos el gobernante en turno. Pues tampoco de ésta sale bien librado el gobierno de Hidalgo.

Precisamente para acabar con todos estos vicios se han aprobado, en Hidalgo y en las demás provincias mexicanas, respectivas leyes de transparencia a la información gubernamental.


¿Pero, Susana, tú sabes cuál es la importancia de la ley? La gente puede conocer las corruptelas que hace tu presidente municipal.

Susana no puede menos que reírse a mandíbula batiente. Hasta las hojas se le cayeron de las manos que se llevó al rostro. Se enjuga las lágrimas de la carcajada:

—¡No me digas que tú crees en la dichosa Ley ésa! Qué va a servir para nada ni qué nada. Si a mí ya el presidente me dijo qué papeles debo meter —señala las cajas— y qué papeles no meter. ¿Apoco crees que me va a decir: “Susana, hay que acomodar todo para que la gente se entere de lo que me robo”? Si lo que quiere es tapar lo que no le conviene.

Pero bajó la voz porque entraba una secretaria gordísima y grasienta. Quería preguntarnos si gustábamos comer en compañía del presidente municipal.


En la entidad hidalguense, el Consejo Nacional de Población encuentra que el 15% de la población de 15 o más años de edad es analfabeta, que 34% no terminó la primaria, que la carencia de agua entubada y el piso de tierra en la vivienda compromete al 19 por ciento de la población y que dos de cada tres personas ocupadas ganan como máximo dos salarios mínimos: menos de 10 dólares al día. En otras palabras, la mitad de los hidalguenses están en el rango de altamente marginados.

Adicionalmente, varios estudios relacionados con la marginación y pobreza en el país coinciden en que los estados de Chiapas, Guerrero, Oaxaca, Veracruz e Hidalgo padecen el más alto nivel de marginación.

En Pachuca se encuentran los tres poderes de Hidalgo. Ejecutivo, Legislativo y Judicial. De un tiempo a esta parte han robado reflectores. Al igual que los tres poderes de otras provincias atrasadas de México, los de Hidalgo personifican en el imaginario popular al político tradicionalmente despreciado. De esos ataviados con traje, que viven a cuerpo de rey, poseen todos los bienes materiales imaginables y que son corruptos y ladrones. Me lo ha hecho ver la gente. La cuestión es que a partir de ahora, todo lo que hagan o dejen de hacer se debe poder consultar públicamente. Aunque en teoría Hidalgo es el penúltimo de los 31 estados del país en aprobar su ley, en la práctica es el último: porque el estado de Tabasco ya la había aprobado anteriormente sólo que tuvo que corregirla porque presentaba serias deficiencias.

De cualquier modo, Hidalgo ya tiene Ley de Transparencia.


Otro día, de vuelta en Pachuca, fui a la biblioteca del estado. Se llama Biblioteca Central Ricardo Garibay y su nombre es un homenaje al afamado escritor nacido aquí en el municipio hidalguense de Tulancingo. Es un recinto verdaderamente lujoso. Se encuentra en la plaza comercial que advertí desde la anoche que llegué en ADO. En efecto, es un lugar espacioso de dos plantas y elegantemente construido. Se parece más a los restaurantes que he conocido en ciudades europeas, que a las tradicionales y humildes bibliotecas mexicanas. Por puro azar una empleada (me dio su nombre pero no lo pienso decir aquí) me contó que el gastazo para construirla un año atrás fue de 59 millones de pesos. Y me confesó sus deseos de saber, mediante la Ley de Transparencia, exactamente en qué se invirtió cada uno de esos 59 millones de pesos. Que lo haga, la apoyo.

La Biblioteca Central es confortable, sí, pero no tiene muchos libros. De cualquier modo lo que quería era conocerla. No puedo hacer un viaje sin darme una vuelta por sus bibliotecas.

Lo que más me ha gustado de Pachuca son sus cantinas. Aunque he ido a varias, me quedo con dos. Con El Saloon Pachuca y con El Puerto de Llanes. En las dos las bebidas son baratas, el ambiente es muy cálido y el servicio es de caballeros. Es lógico, por otra parte, que Pachuca tenga estos hermosos tugurios. Lo que lo explica es que, de acuerdo con las estadísticas, los pachuqueños son unos bebedores de primera línea y, lógicamente, ocupan los primeros sitios a nivel nacional por enfermedades del hígado.

En El Puerto de Llanes se puede jugar una partida de dados con el mesero. Esta tarde he decidido internarme en la faceta alcohólica de la capital de Hidalgo. A diferencia de la sórdida noche de mi llegada, ésta sí promete ser grandiosa.


A pesar de la resaca, hoy es día de trabajo. Una reunión con periodistas en sus ruidosas oficinas de redacción. Para ellos es muy importante denunciar las lagunas de la Ley de Transparencia.

Él y ella, cuyos nombres prefieren no revelar, me dan datos que me hacen abrir los ojos, a pesar de los párpados de una tonelada que traigo por la beberecua de ayer. Y es que de golpe me dicen que la ley está plagada de principios anticonstitucionales, conceptos poco claros, contradicciones y deficiencias importantes: entre ellas, no contempló las declaraciones patrimoniales de los funcionarios estatales como información pública.

“Me parece una burla que pretendan decir que la divulgación de la información patrimonial pone en riesgo su seguridad” se enfurece él “cuando la delincuencia organizada tiene redes de investigación mucho más sofisticadas que hacer solicitudes de acceso a la información”.

Y yendo más a fondo, ella afirma que esta ley es francamente inconstitucional. Porque el artículo 6 de la Constitución Mexicana dice que “toda la información en posesión de las agencias del Estado es pública”. Ocultar información patrimonial es, pues, una barrabasada legal.

Más adelante, los dos me hacen ver algo importante.

“Respecto a las sanciones, son verdaderamente ‘irrisorias’, porque van de diez a un máximo de 400 salarios mínimos”. Cuenta rápida: 400 días x 50 pesos de cada día = 20 000. Veinte mil pesos no es cualquier suma, les hago notar.

—Es una buena suma para los ciudadanos comunes. Pero veinte mil pesos no es nada para un funcionario que ha robado varios millones de pesos en licitaciones ilegales de obra pública. Es decir, para los funcionarios que han robado, es preferible que los multen a que se den a conocer sus corruptelas. Eso los llevaría a la cárcel y que devolvieran el dinero.

Eso sí. Pero de todos modos tengo fe en que la ley pueda traer algún bien al medio informativo local. Les insisto en que Leyes así han de servir de algo en lugares pobres. Me miran con tanta desconfianza que me imagino lo que piensa. “A este hijo de puta nos lo mandó el gobierno”. No tardan en echarme en cara que estoy opinando bobadas. Tal vez sea por esta resaca.

Empiezan con que hay una veintena de pretextos que pueden utilizar los gobernantes para clasificar la información como reservada. El más gracioso es que pueden encajonar un documento como reservado “cuando por disposición legal sea considerado como reservado”. Gulp. Y terminan con que estos documentos confidenciales pueden guardarse por 10 años, ¡con la posibilidad de duplicar ese tiempo!

¡Gulp!


Flor de María López es la amiga del gobernador que preside el Instituto que garantizará el acceso a la información pública. En una entrevista que dio antes de estar la Ley en vigor, se curó en salud. “No podemos decir nada hasta en tanto no inicie el Instituto sus funciones, que será cuando abra las puerta al público, entonces podremos ver las necesidades de reforma de la ley.”

Heme aquí, titubeando en viajar, o no, a Pachuca para hacer un reportaje. Lunes 16 de junio, 9:00 horas. Prendo mi computadora. En la página de Google escribo “Infomex Hidalgo”. Espero ver algo fabuloso. Y lo veo: “Página temporalmente fuera de servicio”. Las veces que regresé a intentar ese día, obtuve la misma respuesta. “Fuera de servicio”. Definitivamente hay que ir a ver qué pasa.

“Con deficiencias comenzó a operar el sistema Infomex Hidalgo —informaría al otro día el periódico—, el cual sirve como vía para que los ciudadanos soliciten información pública al gobierno estatal, las presidencias municipales y los organismos públicos autónomos que reciben financiamiento público, de acuerdo con la Ley de Transparencia”.

En la vida he escuchado malos cuentos y peores chistes. La Ley de transparencia a la hidalguense es de ésos. Sería bueno saber si ahora sí está en disposición de hablar la amiga del gobernador que dirige la porquería de Infomex Hidalgo.


Por la mañana hice las maletas para regresar a la Ciudad de México. Mientras iba en taxi hacia la central camionera de Pachuca me acordé del presidente municipal de Tepeapulco, donde trabaja la archivista Susana. Y es que ese día sí aceptamos la invitación a comer del regordete. Debo admitir que los dignatarios de pueblo no tienen mal gusto para la mesa. Me convidó con una deliciosa barbacoa de oveja, que acompañó de cervezas heladas. Todo el encanto, empero, se vino abajo cuando me preguntó por mi visita en su municipio y le contesté a qué iba, y me dijo esto: “¡No!, si nosotros ya le entramos de lleno a eso de la transparencia. ¿Verdad, Susanita? Ahí tienes a Susi, para que te diga cómo estamos avanzando”. Lo que no sabía era que en efecto, Susana ya me había dicho. Lo peor que me ocurrió hace rato, cuando bajé del taxi, fue que tuve que comprar unas banderitas de los Tuzos del Pachuca. Ni modo: había dicho a mis amigos, fieles seguidores del encuadre hidalguense, que les llevaría un recuerdito. Bendita piratería: ni un peso de los cincuenta que pagué por los llaveros va ir a la bolsa de ese empresario del fútbol y de sus amigos los gobernantes hidalguenses.

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Desde chico tenía ganas de escribir un diario, o algo así. Pero era cosa de niñas. Este blog es lo menos afeminado que encontré.

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