El blog de Luis Frías

junio 17, 2008

Los hijos del Alebrije

En general, las cosas me gustan más cuando nacen.

Me encanta, cómo negarlo, ese olor a nuevo de las cosas cuando las compras. ¿Quién se atreve a negar que la ropa en los almacenes pierde ese fabuloso olor a nuevo nada más llevárnosla a casa y someterla a su primera lavada? O los autos salidos de la agencia. Cuando esa vez llegó a casa el flamante Renault 5 conducido por mi padre, todos nos subimos a dar vueltas en él hasta que se acabó la gasolina del tanque. Pasaron semanas antes de que desapariera el olor a nuevo de los asientos, del tablero, del volante...


Pero lo que no tiene explicación es el nacimiento de los bebés. Me niego a creer que el bebé que está esperando mi querida prima sea simplemente el producto de una calentura con su esposo. Calentura planeada, amorosa, si se quiere, pero a fin de cuentas calentura. Todavía menos posible es concederle la razón al hombre de la bata blanca que sale en el televisor y cuya explicación para los bebés consiste en que un despierto espermatozoide con forma de ajolote logró meter su gol al despistado óvulo femenino. Que los bebés los trajo la ciegüeña desde París a los padres responsables y enamorados con arrobo, sigue siendo la más bella explicación.

No estoy diciento tonterías. El nacimiento es algo cuya comprehensión, sencillamente está negada a los hombres. Punto.

Y porque los nacimientos siempre me ponen a decir idioteces de felicidad, celebro la aparición de la gaceta cultural Los hijos del Alebrije. Dirigida por mi amigo el grabador Eddy Salgado -creador artístico de pura cepa-, la revista acaba de surgir en el medio cultural hidalguense. Albricias. Con el grande gusto que me causó acudir a su presentación y dirigir unas palabras al público, la publicación por fin anda por las calles. Estoy feliz.

Desgraciadamente, los nacimientos siempre nos obnubilan tanto, que dejamos de advertir algo tétrico. No han pasado unos meses pero los fantásticos automóviles empiezan a demandar grandes cantidades de dinero, solamente para funcionar a medias. Los bebés pronto se convierten en tragones, cagones, chillones, y más tarde, en adolescentes con un bigote más bien con apariencia de vergonzante mugre. Las revistas desaparecen tan luego vieron la luz.

Pero al carajo. Al carajo el futuro. A vivir el instante. Que vivan los nacimientos.

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Desde chico tenía ganas de escribir un diario, o algo así. Pero era cosa de niñas. Este blog es lo menos afeminado que encontré.

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