El blog de Luis Frías

agosto 17, 2008

Secuestro en segunda persona

La noticia circuló en el pueblo con inusitada rapidez. Ya se sabe: pueblo chico, infierno grande. A los Del Conde los conocíamos todos. Yo cursaba los primeros años de primaria, y me encantaba Nancy, la más pequeña de la familia y dos años mayor que yo. A mí me gustaba mucho; ella ni siquiera sabía mi nombre. En cambio, su prima, Rocío, se moría por andar conmigo. Sin ser lo que hoy se conoce como millonarios, eran los rancios herederos de una pequeña fortuna conseguida por el abuelo en los tiempos de Don Porfirio. Siendo hacendado pulquero, el viejo se había hecho de extensiones de tierra que les permitían a los nietos seguir viviendo con holgura. Su casa era fabulosa, fueron los primeros en tener un coche Cougar, y recibían visitas de personas distinguidas. Todos les teníamos envidia y, precisamente por eso, le caían mal al pueblo entero. Sin embargo, la noticia del secuestro de Nancy fue una conmoción general.

Aunque años después se sabría que su padre habló con los periódicos para ocultar la noticia, el asunto se transmitió de boca en boca hasta el rincón más remoto. Y es que, salvo por las fiestas públicas que se ofrecían por la visita de algún político prominente, en mi pueblo nunca ocurría nada notable. Se decía que un carro detuvo a Nancy cuando ella salió de la casa de sus primas. Que se subieron a la banqueta para cerrarle el paso y la arrojaron en el asiento trasero. Que su bolso quedó tirado en el piso, junto con una pequeña mancha de sangre. De algún modo, el secuestro de Nancy nos insufló “vida” a todos. En las tortillerías se comentaba el asunto. “¿No se ha sabido nada?”, iniciaba una mujer. “¡Nada, fíjese!”, respondía la otra. En una sobremesa de la familia, llegué a oír un comentario ácido que me hizo marcharme con molestia disimulada: “Qué se me hace que se la robó el novio”, dijo una de mis tías maternas. Lo más descorazonador ocurrió una vez en clases. Durante unos honores a la bandera, el director pidió ¡un minuto de silencio por la memoria de Nancy! Pero qué despropósito, pensaba yo, con impotencia. Quién le había dicho a esa tipo que Nancy estaba muerta. Carajo, pobre de Nancy, pobre de su familia, pobre del pueblo entero que se veía en tales apuros.

Semanas pasaron antes de que volviéramos a tener noticia del secuestro. Desde la tarde del rapto, en todo momento había patrullas de policía aparcadas afuera de la casa. Un ir y venir de personas en carros muy nuevos. Incluso el presidente municipal, un regordete de gran bigote, había cesado al director de Seguridad Pública, a petición de los Del Conde. Pues para ellos, no nada de esto habría pasado si los municipales hubiesen detenido los carros de los raptores. De cierta forma, la vida de todos nosotros llegó a girar alrededor del caso Nancy. Pero un buen día, los investigadores cargados de aparatos y cables salieron de la casa y se metieron en sus carros. Vinieron camionetas de la policía, que se los llevaron por la carretera federal. Cerraron las puertas de la casa y no las volvieron a abrir en varias semanas.

Y nadie nunca supo nada. A sus compañeros de escuela, se nos hizo saber que Nancy no regresaría a clases y punto. Aun cuando nunca se organizó ninguna ceremonia fúnebre en la casa, toda la gente creyó que mi linda compañera había desaparecido para siempre. Nunca me volví a acordar del casi sino hace unos años en la Universidad cuando me hice novio de Rocío. Íbamos en el carro escuchando la noticia de un secuestro. Inevitablemente le pregunté qué había pasado con su prima. “Después ya nadie supo nada”. Le dije. “¿Qué pasó?” No sin tontos celos por mi antigua afición a su Nancy, Rocío accedió a contarme. A medida que escuchaba sus palabras, confirmaba que este mundo no es sino una mierda apenas soportable: “pero, pero cómo”, trastabillé. “Así como lo escuchas, y punto”. Cerró ella.

Una infamia. Después de pagar el rescate mediante un sistema de entrega que se realizó de noche en la espesura de un cerro, el papá de Nancy tuvo que protagonizar una escena tan dura como la de la Naranja Mecánica (1971) de Stanley Kubrick: un hombre, atado de pies y brazos, debe observar cómo unos tipos ultrajan sexualmente a su mujer. En el caso de Nancy, eran unos violadores con capuchas en el rostro que no permitía reconocerlos. Por si fuera poco, después de eso, tanto ella como su padre recibieron una golpiza que los dejó medio muertos. Sin fuerzas para bajar del monte, al siguiente día tuvo que subir un escuadrón por ellos, llevándolos de urgencia a la clínica. Pero la salud que corrió más peligro fue la de la madre. Después de recibir la noticia, la emperifollada mujer de rancho sufrió un ataque al corazón, cuyas secuelas la llevarían meses después a la tumba. Y presionado por las suspicacias del pueblo, el padre decidió mandar a Nancy a la ciudad. En donde estuvo recibiendo asesoría clínica. En una palabra, Rocío me hizo ver que después del secuestro, la familia Del Conde se fue al carajo.

Desgraciadamente, ni el secuestro de Nancy ni los 7 mil registrados oficialmente en México el año pasado, han hecho que ninguna autoridad ponga término definitivo a la cuestión. Que México ocupe, después de Irak, el primer lugar en secuestros a nivel global, es algo que ha tenido sin cuidado a los gobiernos. Fue necesario que un grupo de plagiarios vestidos de judiciales montaran, ¡a plena luz del día!, un falso operativo para secuestrar a un niño de 14 años. Tenía que llamarse Fernando y apellidarse Martí y ser hijo de un empresario allegado a periodistas y políticos. La familia tuvo que pagar 6 millones de dólares de rescate y recibir por respuesta el fiambre de su hijo en la cajuela de un carro. Hubo de ocurrir todo esto para que los detentores del Poder propusieran organizaciones investigadoras, penas de muerte, purgas en los cuerpos policiacos. Desgraciadamente, así ocurrieran cientos de casos como el de Nancy, a nadie le hubiera interesado hacer algo al respecto. ¿Es una fortuna que haya ocurrido lo de Fernando Martí?

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Desde chico tenía ganas de escribir un diario, o algo así. Pero era cosa de niñas. Este blog es lo menos afeminado que encontré.

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