Todos creen que esta historia comienza alguna fría madrugada en que, hecho un manojo de nervios, jaló por primera vez el gatillo y, lejos de entrar en crisis, sintió gran satisfacción al ver morir a aquel muchacho. Lo tienen por un maldito, asesino y violador de muchachas. Cierto que ha hecho todo eso y otras bajezas inenarrables. Pero, ¿qué importancia tienen las vidas de una retahíla de estudiantes mediocres, cuando está de por medio tanto poder? No hay que equivocarse tachándolo de criminal. No hay que quedarse cortos: es un epígono ejemplar de Maquiavelo. Y cuando el fin justifica los medios, controlar el poder absoluto admite asesinar, violar y todas esas lindezas que este hombre domina bien. En el fondo, es un verdadero artista. Cero cerebral, todo visceral. Un artista al que no le quita el sueño la nota musical perfecta ni el verso hermoso, sino el poder y sus consecuencias. Definitivamente, se equivocan los que ven en él a un asesino. Es un artista del poder eterno. Pues bien, su historia comienza cuando advirtió que nadie tenía los pantalones suficientes para plantársele de tú a tú. Así, el poder a punta de pistola, todo ese dinero sucio, la amplitud de sus dominios, todo eso, no son sino accesorios para alguien como él.
Nació un día de julio de 1955, en el municipio de Acaxochitlán, Hidalgo, muy cerca de Tulancingo. En el valle otomí-tepehua, allí donde hay tanta pobreza económica como abundancia en verdes terraplenes y árboles frondosos. En la página de internet de una de sus sucursales, se informa que hizo los estudios elementales en primarias y secundarias públicas. Conviene apresurarse diciendo que, después de hacer el bachillerato en la Prepa 2 de Tulancingo, se licenció en Derecho por la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo. También estudió una maestría en Criminalística y, para admiración de los lambiscones, le gusta decir que cursó un diplomado en Harvard. Nadie puede comprobarlo. Luego viene lo mejor, cuando presidió la Federación de Estudiantes Universitarios de Hidalgo, el Club de Fútbol Pachuca y el Sindicato Único de Trabajadores al Servicio de los Poderes del Estado de Hidalgo. Vaya rápida ascendencia laboral. Pero fue su paso por la rectoría de una universidad lo que lo dejó marcado.
Habilidoso con los puños y la pistola, la suya es una fama ganada con nervio indoblegable. Y es que si todos te saben criminal y tú ni siquiera te inmutas, habla de alguien con admirable sangre fría. Alguien cuyas miras llegan muy lejos. Aunque nadie se sorprenda ya, no deja de resultarme admirable que un matón de sus años juveniles se haya convertido en su madurez en rector de una universidad: para más señas, de la universidad de donde yo egresé. Testimonios sobran, pero hay los que se ufanan en endilgarle hazañas que, en realidad, no creo que haya tenido el seso de cometer. ¿Matar a unos cuantos revoltosos? Pasa. ¿Secuestrar camiones y utilizarlos para la francachela amiguera? ¡Por qué no! ¿Violar a una que otra muchacha hermosa, y compartir el botín con mis amigos? Pero si es lo más común en este mundo. Ahora bien, ¿secuestrar a cientos de escolapios y torturarlos en un cubículo secreto de mis dominios universitarios? Para qué carajos. O bien, ¿amagar al Concejo Universitario para que le diera el título de licenciado, en vista de ser un burro vergonzante? Hablaría de una universidad más bien mezquina. Creer en cualquiera de estas dos versiones resulta necesariamente fantasioso. Lo más probable es que esta suma de dislates haya hecho que alguien como él, llamado a la manutención del poder a costa de lo que sea, esté teniendo tantos problemas de un tiempo a esta parte.
Porque en abril de 1998 fue nombrado nuevamente rector pero renunció más tarde, y se lanzó con gran fracaso en busca de la candidatura del Partidazo para el gobierno del estado. Pero en las siguientes elecciones ganó una diputación federal. También fue nombrado Presidente de la Comisión de diputados y formó parte de la Comisión de Tecnología y Educación Nacional, por eso de su diplomado harvardiano. Fue entonces cuando hizo una de sus mayores jugadas (en virtud de la cual, se duda de sus capacidades juveniles para tanta rapacidad): creó una Fundación. Desde ella se impulsó rumbo a la siguiente candidatura para gobernador. Sin embargo, supo que todo había sido en vano cuando se la dieron de presidente del Partidazo. Maloso como siempre, se dedicó a boicotearle todos los actos de campaña al candidato, hasta que terminaron por defenestrarlo. Y para demostrar que tiene muchos, consiguió la diputación federal este año se le terminará.
Ahora bien, los últimos no han sido sus mejores años. Desde su curul se ha dedicado a escupir y patalear contra el Partidazo, su Partidazo. Y su universidad ha hecho públicas varias cosas que han puesto nerviosos a los que detentan el poder estatal: como que el gobernador no terminó sus estudios. La larga lista se corona con dos casos recientes. Por un lado, la negativa del poder para convertir en Partido su Fundación. Y en segunda, su demanda contra un escritor, porque éste publicó un libro donde no dice más de lo que todos le conocemos.
En su libro, Alfredo Rivera se refiere a él: “Estudiante sin brillo, líder por la fuerza de su carácter y la certeza de sus puños, hábil para crear alianzas, bronco comandante de sus subordinados, enemigo temible, se hizo dirigente estudiantil y desde el cargo inventó una nueva Federación de Estudiantes Universitarios de Hidalgo (FEUH). Utilizó a los estudiantes, protegió a los vándalos, amedrentó a los profesores, propició enfrentamientos y terror, cimentó su fuero sobre la fuerza de los golpes y de las armas. Todo con un fin: tener el poder".
Mal signo: un ex rector universitario y diplomado de Harvard que denuncia legalmente a un escritor por escribir la verdad. Pero después de todo, también lo más natural: es un artista cuya obsesión es el poder a toda costa. Por lo demás, todos sabíamos que lo haría: son famosas las hazañas malvadas que ofrece su sosa cáustica.
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