El blog de Luis Frías

enero 29, 2015

Morir en la barbarie

Hizo fama hace unos meses la columna de Roger Bartra sobre la barbarie en que vive el país. El autor de La jaula de la melancolía, más que sumarse al coro de escandalizados por el consabido desastre cotidiano que vivimos, se dolía de la indiferencia con que podemos andar por allí, como si tal cosa, a pesar de las ruinas incendiadas que están a nuestro alrededor. Roger Bartra es un intelectual sensato y honesto. Su columna era un dolor genuino, y causó revuelo. Se quedó, sin embargo, corto.

Tiempo después, pasó lo de Ayotzinapa. Parecía que el país no podía sufrir más que lo indecible (confirmado por el propio procurador Jesús Murillo Karam): una gavilla de policías y un presidente municipal y su esposa, que vivían del dinero que les damos los mexicanos, eran socios de unos criminales. Y, enervados por esa indolencia que describió Bartra –pero elevada a la enésima potencia-, mandaron matar a 43 simples y sencillos estudiantes. Para qué recordar los detalles de la forma dantesca como acabaron con sus cuerpos.

Parecía que nada podía ser peor, hasta este jueves. Un número indeterminado de personas, médicos, enfermeras, madres que recién alumbraron y, lo peor, bebés inocentes de cualquier cosa, sufrieron la barbarie en carne propia, antes de que amaneciera, dentro de los cuartos de un hospital.

Habrá que esperar a ver lo que pasa. Que nos informen del número de víctimas; que inicie la investigación para saber qué ocurrió exactamente; que los noticiarios nos den a conocer las historias de vida de la víctimas; que se anuncie un programa de ayuda para los familiares.

Y luego, lo previsible: que metan a la cárcel a dos o tres empleados de último nivel, que viven en los cinturones de la ciudad y no tienen para pagar ningún abogado; que la investigación judicial se convierta en un cochinero; que unos a otros se echen la culpa; que los gobernantes se valgan de la tragedia para sacarse unas fotos con cara de compungidos, como si de verdad les interesara; que se reconstruya el hospital donde ocurrió la explosión, y que aparezcan muertos otros estudiantes, o encuentren una fosa con cientos de cuerpos, y así se nos olvide el tema del hospital.

Bartra se quedó corto. La barbarie no es solo que en México, poco a poco se nos esté haciendo más gruesa la piel, y seamos cada vez más refractarios al dolor. Hasta hace poco, pensábamos que la violencia solo era cuestión de la bronca entre el narco y la policía. Que el fuego estaba en los pueblos polvosos y olvidados de Guerrero, Michoacán, Tamaulipas, Sinaloa…


Pero la barbarie no solo es cosa de policías y ladrones. Lo que ocurrió hoy en un sitio tan vulnerable y delicado como un hospital es revelador. El súbito dolor al que se expuso a personas inocentes es la forma más acabada del hilo del que pende el país: uno donde la corrupción, la opacidad, el mal funcionamiento de las instituciones, la violación a los derechos humanos, la escasa participación ciudadana, la indiferencia, permiten que cualquier cosa ocurra, que mueran personas y que la violencia no sea cosa de parajes lejanos donde el narco pelea, sino de todas partes, incluyendo nuestro jactancioso altiplano central.

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Desde chico tenía ganas de escribir un diario, o algo así. Pero era cosa de niñas. Este blog es lo menos afeminado que encontré.

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