A través del ritmo (musical y ambiental) Juan Carlos Hidalgo armoniza muy a su manera la vida que a nuestros tiempos les gusta: la carnal y material sobre todo. Además en Loop Traicionero no hay distancia entre los clásicos de hace diez siglos y los vates de hace diez meses, siempre que su poesía nazca de la entraña del sentimiento (por más profano que éste sea).
No son buenos tiempos para la literatura, y muchos menos lo son para la poesía. Desde nunca los vientos han apuntado a favor de los poetas y de la lectura de sus versos. Juan Domingo Argüelles en su “Jornada de Poesía” de la Jornada Semanal, hace poco hizo un recuento del número infinitamente menor de libros editados de poesía frente a los abrumadores tirajes de libros de novela e incluso, de cuento.
Puso por caso a varios poetas, pero el más sorprendente es el ejemplo que dio del poemario de Carlos Pellicer Hora de Junio. La primera edición del libro del vate tabasqueño constó de escasos tres mil ejemplares, y tardó seis años en que se agotaran los libros con todo y la distribución que tuvo a lo largo del país. Es decir, de 1978 a 1983, fecha en que según Argüelles se debió comprar el último libro, se había ido leyendo a cuentagotas una de las más refinadas obras de un poeta consagrado, hasta llegar al número de 500 por año. Si seguimos sumando y restando, caemos en la cuenta de que ni el 0.01% de la población (de 70 millones hacia esa década) pudo leer el libro en su primera edición.
El ejemplo anterior, sólo por poner uno, confirma la regla. Menos en estos días en que sólo leemos lo estrictamente necesario; mucho menos ahora que nuestras lecturas se han reducido a best sellers. Si nunca se pudo, ahora menos. Ahora que la imagen y el culto a ella nos ha exprimido el seso, parece que el lugar de la poesía va a seguir siendo el rincón de siempre y será leída por el mismo puñado de lectores.
La discusión al respecto ha sido eterna, y de las múltiples opiniones de aquí y de allá podemos decir que dos son las más importantes. Por un lado están los que piensan que la poesía ha perdido terreno frente la novela porque ésta última es una especie de Madre de la Literatura y que, por eso mismo, nunca será rebasada por un género “menor”. Del otro lado están quienes creen que la poesía es un género que sólo leen y en el que únicamente conviven seres humanos de verdad esclarecidos; vista la cosa así, sería algo como lo que proponen los griegos cuando afirman que poesía es todo aquello que tiene que ver con el espíritu humano: de ahí la poesía musical, poesía literaria, poesía dramática, poesía escultórica…, en todo lo cual predomina, sin embargo, el ritmo interno del hombre y la búsqueda del equilibro entre la naturaleza y el artificio.
En nuestros días parece de locos pensar en un orden tal. ¿Qué equilibrio o qué ritmo interno? ¿Cuál búsqueda de algo que no sea el placer material y la deificación a lo carnal? ¿A qué ponerse a perder el tiempo con un mundo que antes de agradecernos el esfuerzo, nos apuñalaría por la espalda? Quizá nadie lo sepa, pero sí hay quienes lo intentan.
En su poemario Loop Traicionero Juan Carlos Hidalgo no niega la raigambre materialista que lo corroe internamente; pero al mismo tiempo comprime ese mundo material en unas cuantas líneas en las que además se mezcla la música, la poesía de nuestros clásicos y de los beatnick, así como las artes visuales.
En su búsqueda por hallar un orden del mundo actual —si se le puede llamar “orden”—, Juan Carlos Hidalgo entrevera en la escritura de sus poemas versos de autores clásicos como Quevedo, Sor Juana, San Juan de la Cruz, Santa Teresa de Jesús y se va más atrás hasta llegar a la poesía griega de Anacreonte. Y —nos lo hace saber en su instructivo de las últimas páginas— combina además bandas sonoras al momento de sentarse a escribir. Pero también (y en esto hay que ser insistentes), Juan Carlos nutre con Loop Traicionero la lista de poetas beat en el país. Su recorrido de citas no se detiene. Recuerda al norteamericano Jack Kerouak así como al español Pere Gimferrer, ambos no sólo grandes maestros del beatnick sino herederos de la tradición de Lamantia. Para ejemplo del modo en que Juan Carlos Hidalgo utiliza y homenajea al mismo tiempo a un poeta oigamos su “Safo una noche”, el cual tiene como referencia “El beso de Safo”, que publicara el actopense Efrén Rebolledo a inicios del siglo XX:
“Safo se mueve a través de una pista/ más pulida que el mármol transparente/ tras de una línea/ más blanca que los blancos vellocinos/ en un breve cruce de miradas con Larisa/ se anudan los dos cuerpos/ y juntas esnifan/ vueltas un grupo escultórico.
“Sus acompañantes prologan el rito:/ combas rotundas/ senos colombinos destilando/ generosamente,/ y las dos cabelleras un torrente eléctrico/ repartido entre centenas de luces/ colmando una pasarela de látex, ácido y carne:/ eróticas pendencias,/ ocultas en la espesura digital de esta selva./ Ansiando sumar muslos enlazados/ en un nudo ciego de amor y natura elemental/ capullos inviolados todavía/ que apenas a instantes del estallido/ destilan y confunden sus esencias.”
La sencillez no es pues un atractivo de este primer poemario de Juan Carlos Hidalgo; por el contrario, se coloca como un libro de difícil acceso por la sencilla razón de que quien no haya leído a los autores citados, difícilmente comprenderá el porqué de hacer una obra semejante. Citando al reseñista mexicano Jacobo Samafí que parece hablar de Juan Carlos cuando dice lo siguiente, “los poetas actuales han caído en el prosaísmo”, sin que ello signifique, agregaría yo, que se haya abandonado la búsqueda del ritmo. En efecto, una simple hojeada indica que en este volumen predomina el verso largo, compendioso y acumulativo, pero siempre en búsqueda de la armonía dentro del oído.
En su “Presentación” de la página 7, Diego José cita a Octavio Paz, cuyas siguientes palabras ponen en claro el poder melódico (musical y ambiental) del que hablo sobre Loop Traicionero: “Todas las concepciones cosmológicas del hombre brotan de la intuición de un ritmo original. En el fondo de toda cultura se encuentra una actitud fundamental ante la vida que, antes de expresarse en creaciones religiosas, estéticas o filosóficas, se manifiesta como ritmo.”
Ritmos, tonos bajos, percusiones, sampleos y repeticiones (loops, en inglés) como las de los dj´s; todo ello está reunido en el primer poemario de una persona a la que conocí el año pasado a través de un texto firmado por Ramsés Salanueva. Allí Juan Carlos era calificado como “el más reactivo de los escritores que posee nuestro estado”. Y nada mejor que Loop Traicionero como muestra de ese arrojo. Además de ser una pieza poética por lo demás de gran calidad, la edición corrió a cargo de Pachuco Press: editorial independiente que tuvo la valentía de estrenarse con este libro en un estado como el nuestro, donde nadie lee.
Pluma de una generación a la que sólo pertenece él y el novelista Yuri Herrera, el libro de Juan Carlos lo celebramos los lectores de poesía, aun quienes no logramos entenderla bien a bien.
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