El blog de Luis Frías

enero 01, 2007

Mujer llena de versos

Cd. Sahagún, Hgo. A la espera de que aparezca el nuevo poemario de Alejandra Craules Bretón, Los laberintos, tendremos que hablar del que acaba de ver la luz, Puntos cardinales, y del anterior, que le valió un premio nacional no hace mucho: Palabras fértiles.
Alejandra nació en Puebla hace treinta años cobijada por una familia fatigosamente católica, y se vino a vivir a Sahagún cuando aún se chupaba el dedo. Desde entonces la suya ha sido una vida de trashumancia que inicia en aquí, va de regreso a Puebla, luego a Jalapa y por último al DF, donde finalmente se paró en seco y dijo: “Ya. Ya estuvo. Ahora sí.” Fue cuando entra al taller de literatura que fundó Juan José Arreola en la Casa Lamm hace tiempo ya.
Una vez instalada se convirtió en alumna constante (cosa que a su edad parecía imposible), empezó a comprar libros de esto y lo otro, y llegó a ser la lectora más empedernida de la calle de Gutiérrez Nájera, hasta el grado de contar sus monedas y tener que elegir entre un libro y un plato de comida. Además tuvo la oportunidad de hacer migas con Hugo Gutiérrez Vega, con Eduardo Casar y con Juan Domingo Argüelles. Fue entonces cuando se tomó en serio eso de escribir poemas. Nunca eligió la opción comida.
Alejandra, que había perdido a su pequeña de veintitantos días de nacida cuando vivió en Jalapa, en la capital del país sacó todo lo que tenía contra el tal Dios ése y contra el mundo entero; no obstante, su praxis poética desde un comienzo fue tan cruel como hacer el amor en una cama de alfileres. No descargó su revólver mienta-madres en ningún momento; en cambio, optó por rebanarse a cuchilladas frente a nosotros, y luego decirnos, bañada en sangre: “Lo hice por ti, amor.”
Es eso lo que encontramos en Palabras fértiles (posible referencia a su hija muerta), que le publicó el Instituto Hidalguense de la Juventud y el Deporte posiblemente como compensación a un año de trabajo que nunca le pagaron.
De vuelta en Sahagún. Sin trabajo pero al fin con un pequeño cabellos de miel en la carreola, a Alejandra le publican Puntos cardinales. Vistos en conjunto, el anterior poemario y éste denotan añejamiento en el oficio de la poetisa. Sin embargo, en ningún momento supera al primer libro de nuestra autora, y ella tiene la culpa: haberlo hecho tan endiabladamente bien.
Niña pero responsable, la editorial Todas las Voces se encargó de disponer los poemas de Craules de manera que el trabajo de ella, el de diseño y el de edición fueran diferentes; pero unidos, nos hicieran sentir ante un mismo y redondo asunto. Igual que cualquier dirección apuntada en servilleta es el rumbo al que se dirige Craules con maleta y todo, para ser leído el libro debe voltearse de cabeza, volverse y desdoblarse cual cartita de amor caprichosamente guardada. Aunque aparente locura, lo cierto es que a falta de dinero, el libro es una muestra de creatividad sometida a duras jornadas de trabajo.
En estos días Alejandra anda presentando Palabras fértiles donde le den permiso y para ello se ha reunido con un cuatro talentosos darketos salidos de Sahagún que tocan música medieval y celta: Tania Maciel, Marcos García, Emmanuel Gómez y Marco Manzano. Ya lo han hecho en escuelas y hasta en la iglesia de aquí, lo que dio un efecto contrastante y estupendo.
Fue una propuesta muy atractiva verla girar su poemario mientras lo leía, y escuchar de fondo música entre triste y apacible. Ahora que empiece a circular Los laberintos seguramente presenciaremos algo mucho mejor viendo cómo da vueltas al librito, pues ha dicho que los poemas que incluya van a aparecer impresos precisamente a la manera que indica el título.

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Desde chico tenía ganas de escribir un diario, o algo así. Pero era cosa de niñas. Este blog es lo menos afeminado que encontré.

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