A Juan José Gurrola Iturriaga se le podía contar entre los mejores cómplices de la muerte, ángeles sin alas que conducen a la inversa de la multitud abriéndose paso entre provocaciones y duelos verbales. El espacio fue su dominio, desde el papel al escenario, la maqueta, la escenografía, el video, la foto.
“¿Cómo puedo alejarme del teatro si yo soy el teatro?”, decía Gurrola. “Habemos gente que somos edificios teatrales, sólo podemos pensar en esos términos y todo tiene un significado diferente.”
Cazador libre de lo intangible, Juan José huyó de definiciones y etiquetas, de nombrar algo por no extirparle la magia. De energía estridente que inundó rincones y planas de periódicos, salpicó conciencias y alejó incautos, Gurrola también fue un niño culto y salvaje, tierno e impaciente, un hombre generoso, perverso, divertido y excéntrico.
Obsesivo, incursionó dos veces en la dirección de Bajo el bosque blanco, de Dylan Thomas, y al hacerlo con una diferencia de 34 años su intención fue “abrir la poesía de este autor al teatro para las nuevas generaciones y expandir las posibilidades, realizar un experimento teatral donde la poesía y la música tomaran diferentes caminos, subrayaran ecos, figuras e imágenes iniciales, elementos que muestran al mundo una civilización que se perderá. Es decirle adiós a un mundo que ya no va a existir, es casi decirle adiós al arte antes de que se separe definitivamente del hombre”.
Celebrar a malditos como Malarmeé o Thomas le dio a Juan José la posibilidad de inundar un escenario de sensualidad y erotismo, “de abrirle paso a la casualidad para atraer a un actor que nació para ese momento teatral y aceptar, más allá de eso, que ambos, director y actor, poseen una ambición por contener el mundo.”
Un mundo del cual ya se alejó: dos de la madrugada del viernes, problemas hepáticos, que se agravaron con las tensiones de su última puesta en escena Simplemente complicado, de Thomas Bernhard, escenificada en el Festival de Teatro de San Miguel de Allende, donde recibió un homenaje, lo llevaron a la muerte.
Ingresó al Instituto Nacional de Nutrición, donde estuvo tres días: “Falleció de una manera muy tranquila, nos despedimos porque con su estado era casi inminente su fin en el planeta”, dijo Rosa Newton, viuda del artista. Sus restos serán cremados y permanecerán con la familia porque su deseo fue que se juntarán sus cenizas con las de su pareja, “para hacer un coctel” que pueda regarse en la zona tlacotalpeña del río Papaloapan.
El teatro, la vida
Dramaturgo, traductor, director, actor, coreógrafo, arquitecto, diseñador, músico, cineasta, fotógrafo, pintor y amante de los cómics, de ahí la imposibilidad de enumerar las obras en las cuales participó este hombre nacido en la Ciudad de México el 19 de noviembre de 1935.
Parte de su misión fue que el público dejara de ver teatro acartonado, deficiente y con faltas de ortografía. “Qué más vileza que mentir sobre un escenario y peor todavía el que se sienta a que le mientan”.
Director de Tajimara, mediometraje que formó parte de la cinta Amor, amor, amor, y de Robarte el arte, para Juan José Gurrola la primera le llevó a demostrar que podía hacerlo y la segunda constituye la película del siglo. Sin embargo, llegó a decir: “No creo que el cine sea arte, porque no tiene esa esencia simultánea del dibujo, la música y el teatro.”
Para Gurrola el hecho teatral “es el reconocimiento de ese sueño compartido por la escena y los espectadores, quienes no saben bien a bien por qué pagaron un boleto, pero tienen la secreta ambición de compartir con alguien la unidad, unión fraternidad, o como dijo Charlie Parker, saber que todo está bien o que en esta soledad, dentro de un teatro todo desaparece, nos convertimos en dioses”.
Adiós
Sólo dos horas estuvieron sus restos en el Palacio de Bellas Artes antes de ser trasladados a territorio veracruzano. Entre las 11 y las 13 horas de hoy se rindieron un homenaje de cuerpo presente a Juan José Gurrola, “un talento invaluable, que renueva el panorama de la escena moderna mexicana en varias coordenadas”, a decir de Ignacio Escárcega, coordinador Nacional de Teatro del INBA.
“Él era un hechicero que creaba las condiciones para que los actores pudieran desempeñarse con libertad en el escenario y esto va de la mano de su actitud lúdica e irreverente. Juan José es una presencia irreverente, para fortuna del teatro mexicano”, agregó.
A través de un comunicado, Gerardo Estrada, coordinador de Difusión Cultural de la UNAM, lamentó la muerte de Gurrola, a quien definió como el personaje “más audaz y más provocador de una generación que cambió radicalmente el modo de hacer y de ver las artes en México.”
“Desde la trinchera universitaria, Gurrola, junto con otro grupo de artistas e intelectuales, le dio un nuevo respiro a las artes en México con sus propuestas iconoclastas, algunas de ellas calificadas hasta de insolentes, que nos permitieron entender el mundo contemporáneo”.
Milenio-Diario. México/Alegría Martínez
“¿Cómo puedo alejarme del teatro si yo soy el teatro?”, decía Gurrola. “Habemos gente que somos edificios teatrales, sólo podemos pensar en esos términos y todo tiene un significado diferente.”
Cazador libre de lo intangible, Juan José huyó de definiciones y etiquetas, de nombrar algo por no extirparle la magia. De energía estridente que inundó rincones y planas de periódicos, salpicó conciencias y alejó incautos, Gurrola también fue un niño culto y salvaje, tierno e impaciente, un hombre generoso, perverso, divertido y excéntrico.
Obsesivo, incursionó dos veces en la dirección de Bajo el bosque blanco, de Dylan Thomas, y al hacerlo con una diferencia de 34 años su intención fue “abrir la poesía de este autor al teatro para las nuevas generaciones y expandir las posibilidades, realizar un experimento teatral donde la poesía y la música tomaran diferentes caminos, subrayaran ecos, figuras e imágenes iniciales, elementos que muestran al mundo una civilización que se perderá. Es decirle adiós a un mundo que ya no va a existir, es casi decirle adiós al arte antes de que se separe definitivamente del hombre”.
Celebrar a malditos como Malarmeé o Thomas le dio a Juan José la posibilidad de inundar un escenario de sensualidad y erotismo, “de abrirle paso a la casualidad para atraer a un actor que nació para ese momento teatral y aceptar, más allá de eso, que ambos, director y actor, poseen una ambición por contener el mundo.”
Un mundo del cual ya se alejó: dos de la madrugada del viernes, problemas hepáticos, que se agravaron con las tensiones de su última puesta en escena Simplemente complicado, de Thomas Bernhard, escenificada en el Festival de Teatro de San Miguel de Allende, donde recibió un homenaje, lo llevaron a la muerte.
Ingresó al Instituto Nacional de Nutrición, donde estuvo tres días: “Falleció de una manera muy tranquila, nos despedimos porque con su estado era casi inminente su fin en el planeta”, dijo Rosa Newton, viuda del artista. Sus restos serán cremados y permanecerán con la familia porque su deseo fue que se juntarán sus cenizas con las de su pareja, “para hacer un coctel” que pueda regarse en la zona tlacotalpeña del río Papaloapan.
El teatro, la vida
Dramaturgo, traductor, director, actor, coreógrafo, arquitecto, diseñador, músico, cineasta, fotógrafo, pintor y amante de los cómics, de ahí la imposibilidad de enumerar las obras en las cuales participó este hombre nacido en la Ciudad de México el 19 de noviembre de 1935.
Parte de su misión fue que el público dejara de ver teatro acartonado, deficiente y con faltas de ortografía. “Qué más vileza que mentir sobre un escenario y peor todavía el que se sienta a que le mientan”.
Director de Tajimara, mediometraje que formó parte de la cinta Amor, amor, amor, y de Robarte el arte, para Juan José Gurrola la primera le llevó a demostrar que podía hacerlo y la segunda constituye la película del siglo. Sin embargo, llegó a decir: “No creo que el cine sea arte, porque no tiene esa esencia simultánea del dibujo, la música y el teatro.”
Para Gurrola el hecho teatral “es el reconocimiento de ese sueño compartido por la escena y los espectadores, quienes no saben bien a bien por qué pagaron un boleto, pero tienen la secreta ambición de compartir con alguien la unidad, unión fraternidad, o como dijo Charlie Parker, saber que todo está bien o que en esta soledad, dentro de un teatro todo desaparece, nos convertimos en dioses”.
Adiós
Sólo dos horas estuvieron sus restos en el Palacio de Bellas Artes antes de ser trasladados a territorio veracruzano. Entre las 11 y las 13 horas de hoy se rindieron un homenaje de cuerpo presente a Juan José Gurrola, “un talento invaluable, que renueva el panorama de la escena moderna mexicana en varias coordenadas”, a decir de Ignacio Escárcega, coordinador Nacional de Teatro del INBA.
“Él era un hechicero que creaba las condiciones para que los actores pudieran desempeñarse con libertad en el escenario y esto va de la mano de su actitud lúdica e irreverente. Juan José es una presencia irreverente, para fortuna del teatro mexicano”, agregó.
A través de un comunicado, Gerardo Estrada, coordinador de Difusión Cultural de la UNAM, lamentó la muerte de Gurrola, a quien definió como el personaje “más audaz y más provocador de una generación que cambió radicalmente el modo de hacer y de ver las artes en México.”
“Desde la trinchera universitaria, Gurrola, junto con otro grupo de artistas e intelectuales, le dio un nuevo respiro a las artes en México con sus propuestas iconoclastas, algunas de ellas calificadas hasta de insolentes, que nos permitieron entender el mundo contemporáneo”.
Milenio-Diario. México/Alegría Martínez
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