El blog de Luis Frías

mayo 23, 2007

Librerías, enemigas de la literatura


Aborrezco a las personas que van a la librería como a buscar un producto de gran valía. He tenido muchas experiencias con los libros, y eso me da derecho a hablar mal de ellos y de los lugares donde habitan.

Las librerías no deben tomarse como si fueran más importantes que una carnicería o una tienda de aceites para auto, ni más ni menos: uno va a buscar medio kilo de chuletas para hacer la comida, o el aceite para un Ford Ikon año 2002. Pero nadie va a buscar el acite más hermoso del mundo creado para siempre jamás, ni las chuletas cuyo corte sea el más mono que uno se haya metido nunca en la panza. Impulsado por este razonamiento, yo me muevo en estos comercios con presteza, voy a lo que voy, sin perder el tiempo cojo el libro y lo pago a la cajera.

Mi primera experiencia odiosa fue en la librería Jaime García Terrés de la UNAM, cuando, por andarme paseando entre los pasillos, me pidió que lo comprara un libro de Charles Bukowski: La máquina de follar. Una serie de cuentos. El protagonista se dedica a beber, a follar y a irla pasando en un suburbio de los Estados Unidos de hace 20, 30 años. Pues bien, ese libro es la explicación de porqué estoy como estoy. Pero la ocasión más poderosa fue cuando me topé con Carlos Monsiváis en una Gandhi. Estaba yo recargado en el mueble, ya me había tardado en elegir un volumen, cuando sentí estrellarse contra mí una masa fláccida. Era el maestro, que había tropezado con mis zapatos del número 27. ¡Cuál fue mi sorpresa al ver de quién se trataba! En vez de disculparme como debía, me quedé baboso mirando cómo él me decía: "disculpe usted, caballero". A partir de entonces, temí por la salud de las personas famosas a quien pudiera matar con sólo perder el tiempo ahí en las miserabls librerías. ¿Qué tal si alguna vez, enfurecido, le propino unos buenos jabs a algún dramaturgo o poeta que traigo entre ceja y ceja?

Ahora resulta que las encuestas nos dan a conocer, con gran alaraca, la noticia de que nadie lee en México y que el fenómeno parace ir en picada. ¡Pero qué noticia! Y enseguida le echamos la culpa a la televisión, a las pésimas políticas públicas para fomentar la lectura, a que los escritores son cada vez más elitistas y que sólo hacen libros para el público especializado. Lo raro es que todo eso siempre ha existido. Sin temor a equivocarme, sostenego que la culpa de que los mexicanos no leamos la tienen las librerías mismas. Si fueran ágiles, si el chico que atiende fuera más grosero y perdiera ese hálito de maricón cultivado... Otra cosa sería de nosotros. Pero los libreros se empeñan en hacer de sus establecimientos un lugar separado del mundo.

Apuesto lo que sea a que si las librerías empiezan a vender hot dogs, cervezas con camarones, tacos de carne asada, aceites para carros, todos los compradores de estos productos, al menos por curiosidad, echarán una ojeada al libro o revista a su alcance. Suena estúpido, lo admito. Mas la realidad es que si no se interesan en lo que hayan tomado para ojear, ya lo habrán manchado y no podrán menos que llevárselo a casa, no sin mentarle la madre al de la librería que se empeña en hacer de su local un altar del tedio.

¡A coger, a chupar, que el mundo se va a acabar!

Esta noticia aparece publicada en Milenio-Diario hoy. Y, a decir verdad, no sería noticia saber que el diputado de Hidalgo, Isidro Pedraza, padece dipsomanía con notas de desvarío mental, si no es porque ahora hace pendejada y media fuera de la entidad. No conforme con ser un pendejo entre los suyos, se arma de valor y hace pendejadas entre ajenos. Esperemos a ver qué sale a declarar en rueda de prensa en Hidalgo, donde la prensa da, caray, náuseas. Por último, quepa decir que los sarcasmos entre paréntesis, subrayados, o remarcados, no son de Milenio, sino míos.

El diputado perredista (hidalguense) Isidro Pedraza negó que él y sus correligionarios Martín Zepeda y Victorio Montalvo, quienes fueron desalojados del vuelo 606 de Mexicana por armar un escándalo en supuesto estado de ebriedad, hayan abordado el avión tras ingerir bebidas alcohólicas.

("¿Ebrios, nosotros? Nada. Si acaso nos tomamos uno güisquis pal miedo del vuelo. Harto que no trepamos a un avión... Eso sí. Pa'cermos de valor. Pero de ahí a que seamos borrachos, no no no. Qué pasó. Nosotros estamos con los pobres. Nosotros no. Vea a los del PAN, esos...": declaración a los medios informativos.)

Pedraza se declaró víctima de una “agresión injustificada” (uy, pobrecito) de la azafata Victoria Rosales (¡malvada, fascista!), quien se hizo de palabras con los diputados federales del PRD por colocar una botella cerrada de licor en el portaequipaje exclusivo de la tripulación. Qué tanto es tantito, ¿verdad que sí, mi diputado?

Como prueba de su dicho, el legislador hidalguense mostró un reporte del vuelo 606, en el que se hace referencia a la confrontación verbal entre los legisladores y la azafata, sin consignar el presunto estado de ebriedad de los diputados. ("Y los documentos, en nuestra democracia, imposible son de falsificar para el provecho de grupúsculos. Vivimos en un estado de derecho infranqueable, donde la legalidad, desde hoy y hasta siempre, no servirá para el beneficio de nadie. El pueblo está hambriento de justicia. ¡Basta ya de calumnias contra el pueblo!": frase escuchada en el televisor mientras me dormía anoche.)

Entrevistado en el Palacio Legislativo de San Lázaro (o sea, ¿no?, lo very very nice) el diputado Isidro Pedraza sostuvo que en lo personal no consume bebidas alcohólicas desde hace 16 años y, en ese sentido, se declaró dispuesto a someterse a un examen toxicológico. (¿Se va ir a meter a un IMSS, donde lo expondrán cinco horas ante las videocámaras de la televisión, vestido de bata raída con las nalguitas descubiertas, mientras algún médico Cayetano Martínez lo hace traer con su enfermera para picarle el brazo y sacarle una muestrita de sangre?)

En tanto, Mexicana de Aviación anunció que interpondrá una denuncia contra los diputados perredistas, debido a que el escándalo que protagonizaron el lunes por la tarde derivó en pérdidas económicas por cancelación de boletos y tiempo de estancia en plataforma en el aeropuerto de Mérida. (Pero quihúbo jefe, me hizo perder 3 minutos 45 segundos de mi valiosa vida. No hay derecho. No sé. Quizá con cien millones de dólares quede saldado. Quizá. Hay que ver con mis abogados.... Pero de una vez le digo que la cosa le va salir cara.) Según la aerolínea, al menos 20 pasajeros resultaron perjudicados por perder sus conexiones de trasbordo hacia otros destinos, luego de la demora de 50 minutos en el vuelo, que debió despegar de Mérida a las 18:30 horas.

Los legisladores descendieron de la aeronave por voluntad propia, pero hasta que terminaron de consumir sus bebidas etílicas, confirmó personal de la terminal aérea.

Yo tampoco he dejado nunca una farra a medias. Eso es de maricones. Y Pedraza, del Valle del Mezquital, conoce los mandamientos de un buen macho. Eso que ni qué, chingá.

Los perredistas aprovecharon que a partir de las 11 de la mañana del lunes se levantó en Yucatán la ley seca impuesta con motivo de las elecciones, por lo que llevaban varias horas de consumo de bebidas, según los consultados:

¡A coger, a chupar, que el mundo se va a acabar! ¿ O no, mi diputado?


México/Mérida • Fernando Damián, Mauricio Juárez y Daniel Barquet

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Desde chico tenía ganas de escribir un diario, o algo así. Pero era cosa de niñas. Este blog es lo menos afeminado que encontré.

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