El blog de Luis Frías

julio 12, 2008

Cuando aún premiaban a humanos


1. Aplausos para la computadora.

“La tecnología nos ha alcanzado”. Es una frase hecha, un lugar común que, sin embargo, recientemente ha tomado nuevos matices. No conformes con que los miembros de las sociedades del primer mundo dependan de la telefonía y la computación hasta para realizar la cosa más simple, ahora resulta que los jurados de los más prominentes certámenes también le entregan los galardones a los aparatos electrónicos. Los premios que hasta hace poco estaban dirigidos para los hombres destacados, ahora se los dan a los frankensteines de la tecnología.

Como se sabe, el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación 2008 no se lo entregaron a un periodista destacado ni a algún instituto de investigaciones, sino al portal de internet Google. Al listado que se inaugura en 1981, año de la instauración del reconocimiento, por la periodista María Zambrano, y es continuado en las últimas ediciones por Umberto Eco, George Steiner y Ryszard Kapuscinski, se viene a sumar el portal electrónico quizás más socorrido del planeta. Miente quien use la red y diga que nunca ha echado mano de sus servicios. Precisamente tomando en cuenta la característica de que es libre su utilización para todo tipo de seres, el jurado determinó que este año el premio no se lo ganaría ninguna persona de carne y hueso, sino esa virtualidad.

Según se dio a conocer, el jurado, integrado por escritores, directores de agencias de noticias, comunicólogos…, justificó la decisión de conceder el galardón a Google porque pone “de forma instantánea y selectiva, al alcance de millones de personas, el canal de Internet y por favorecer el acceso generalizado al conocimiento”. Adicionalmente, el jurado subrayó de Google la “contribución decisiva al progreso de los pueblos, por encima de fronteras ideológicas, económicas, lingüísticas o raciales”.

Comoquiera que sea, premiar a lo que después de todo es una máquina, no deja de ser un absurdo.

2. Bisnes son bisnes.
Alumna de Martin Heidegger y autora del Diccionario europeo de las filosofías, en un reciente libro Bárbara Cassin desmenuza las bases de Google. Curiosamente, su punto de partida no es sino la definición misma que el buscador busca dar de su propia misión: “Organizar toda la información del mundo”.

En Googléame (FCE, 2008), a la filósofa francesa le basta con explicar detalladamente la forma de funcionamiento del sitio, para poner en evidencia que éste no tiene nada de inocente ni de universal, como inocentemente (¿o maléficamente?) suponen los que entregaron el galardón.

En primer lugar, Cassin recuerda que el portal está supeditado a la venta de publicidad y, segundo, porque confunde calidad con cantidad: se basa en el número de links que citan cada página y no en su contenido. “El fondo del problema es que la calidad es estrictamente es que la calidad es estrictamente una propiedad emergente de la cantidad”, explica Cassin. “Para la investigación, esto es muy grave, porque quiere decir que jamás algo que es muy nuevo y sorprendente será conocido”.

El segundo punto que indica la investigadora se desprende de un lema que Google ya ha retirado de su página en Internet, pero que seguramente sigue firme en el espíritu de esta multimillonaria empresa: No seas malvado.

“No me opongo a Google sino a la pretensión político-ética de Google”, explica Cassin. “Sería estúpido ser hostil a Estados Unidos, sino a un cierto tipo de imaginario americano misionero”. Y es que con su supuesta forma de ayudar a los consumidores, Google a través de gmail (su servicio de correo electrónico) no chista en vender los datos privados a compañías publicitarias, cuando no al mismo gobierno —por el tristemente célebre Patriotic Act.

3. Si muy chingona, que lo haga ella.
A estos señalamientos en contra de tan curiosa premiación, rápidamente se sumaron personas de todas partes. Empezaron los que mueven los hilos de la vida pública cubana. Justicia es decirlo: tienen razón. No se equivocan los soldados en el poder cuando afirman —a través de uno de los rotativos controlados desde La Habana— que no todo en Google es tan verdaderamente democrático y universal.

“Se rige, como toda empresa estadounidense, por las leyes de ese país, algunas tan absurdas e irracionales como las que sustentan el criminal bloqueo contra Cuba'”, que impide desde la isla “acceder legalmente a muchos servicios del buscador”, entre ellos el popular buscador Google Earth, el cual es un mapa satelital con el que se pueden ver los parques, avenidas, casas y calles de cualquier sitio, desde la comodidad del monitor de la computadora

Igualmente están los que han recordado que la política de Google es la de mantener excluida a la China comunista. Política curiosamente muy a tono con la propia política exterior de Estados Unidos. Adicionalmente, ha salido a la superficie la cuestión de que el bondadoso portal de internet tiene todos los tintes no para llegar al cielo merced a que nos proporciona información maravillosamente, sino todo lo contrario: de una manera que hace recordar al refrán bíblico (es más fácil que un camello cruce por el ojal de un alfiler, a que un rico alcance el reino de los cielos), Google es una empresa cuyo negocio consiste, ciertamente, en brindarnos información.

Pero proporcionarle información a la gente no es, guardando todas las proporciones, una cuestión esencialmente distinta a la que hacían los diarios de la época de Juárez, por ejemplo.

Ahora bien, ha sido un novelista el que puso el dedo en la llaga. Para Jorge Volpi, el premio no tiene ninguna relevancia. A Google no le pone ni le resta nada un galardón de esta naturaleza. A los que piensan mal del sitio electrónico, no les va a cambiar la opinión. A los que lo usan, les parecerá algo lindo. En realidad, los afectados son los miembros del jurado. Con la pretensión de atar el Premio Príncipe de Asturias al caballo de la modernidad electrónica, cometieron el error de premiar no el talento de un comunicador, sino un desordenado almacén de datos que, después de todo, no es sino una máquina.

Qué le vamos a hacer

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Desde chico tenía ganas de escribir un diario, o algo así. Pero era cosa de niñas. Este blog es lo menos afeminado que encontré.

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