El blog de Luis Frías

mayo 25, 2008

Aún músculo Goytisolo

Con el título Yo, superventas, Juan Goytisolo escribió lo que sigue.

Fui violada por mi padre a los ocho añitos mientras mi madre fotografiaba la escena y se masturbaba con ayuda de un vibrador. Azuzados por los hurras de mis progenitores, mis tres tíos me sodomizaron por turno al tiempo que mi propio hermano se orinaba en mi cuerpecillo maltrecho. Después de soportar un sinfín de vejámenes, logré huir a un centro de acogida de niños maltratados con la ilusión de empezar una nueva vida. Pero mi supuesto tutor resultó ser un pedófilo consumado y me sometía a diario a crueles suplicios: me amarraba a un potro de gimnasia y acallaba mis gritos con una mordaza de cuero. Acabé por escapar de sus garras y me refugié en un monasterio en la creencia pueril de arribar a buen puerto. ¡Pobrecilla de mí! El prior me arrastró a una cripta gótica y, en presencia de los demás monjes, no sé si cátaros, priscilianistas o alumbrados, se ensañó conmigo con mayor ferocidad que sus antecesores. Luego, él y los exorcistas que pretendían arrancarme el diablo del cuerpo filmaron la ceremonia para enviarla, según me dijeron, a un cardenal de la curia romana aficionado a hechicerías y ritos milenaristas. Un día conseguí burlar la vigilancia de mis custodios, resuelta a vivir al fin y a actuar por mi cuenta. Me prostituía en un bosque frecuentado por catadores de carne fresca hasta que un chulo me forzó a currar para él. Abusaba de mí y se apropiaba de mi dinero. Con la flaqueza propia de mi sexo, me enamoré de su sonrisa: soñaba que un día se retiraría del oficio y se casaría conmigo. Creía la dicha al alcance de la mano, pero la mafia me secuestró en el pinar de mis trabajos y penas. Eran cuatro, cuatro afganos barbudos que, para esclavizarme, me violaron y sujetaron a la barbarie de sus creencias. Trabajé en adelante en un club de alterne y, cuando me resignaba ya a su explotación y maltrato, una banda islamista rival, especializada en el tráfico de drogas y trata de blancas a fin de reunir fondos y comprar armas para sus atentados suicidas, irrumpió en el local a tiro limpio y lo cubrió de regueros de sangre y casquillos de bala. ¡Para qué seguir si esto es sólo el comienzo! Ahora, mi agente está negociando la venta de mi historia con los medios de comunicación y hay una verdadera arrebatiña para su adaptación cinematográfica y televisiva. Y no digo más hasta que inicie la campaña de promoción. Mi producto, dicen, está destinado a arrasar y situarse a la cabeza de los más vendidos del año. Me piden ya una segunda y tercera parte, y no lo duden: ¡la tendrán!

Con los ojos bien abiertos

"Panorámico" es la palabra para designarlo. En efecto, El País, el diario que más me gusta de España, ha publicado un reportaje que, a vuelo de párajo, pasa revista por lo que ellos creen que es la literatura latinoamericana. No hay que quedarse sin leerlo.

Los contemporáneos del porvenir

Me fundamento en dos cosas para expresar lo que sigue.

La primera no es ni remotamente novedosa. Cae dentro del ámbito político de cualquier sitio del país, cuando no del mundo. Es una de esas “reglas no escritas” que, sin embargo, la observan con religioso apego lo mismo los dignatarios patilludos de un municipio que los altos ladrones de la presidencia de la república. Desde luego, es uno de esos principios que tomó carta de naturaleza durante la picaresca priista.

Está al lado de las reglas como ésta, que deben respetar los políticos de poca monta con aspiraciones arribistas: “No dar adelantos en público de esa gran obra cuyo anuncio está reservado para el patrón”. O esta otra, igualmente dirigida a quienes no les quita el sueño ser un cabezas huecas, siempre y cuando tengan la billetera repleta: “Es más jugoso se un perfecto imbécil, que ser un grado más inteligente que tu jefe”. La naturaleza de tales principios es evidentemente mezquina. Existe uno a no dudarlo más interesante.

De empleo extendido no únicamente entre los priistas, la máxima a la que me refiero no deja de ser mezquina pero tiene un agregado: es esencialmente temporal. Lo que hace es extraordinario: juega con la percepción que tenemos del transcurrir de los días. Hablo de esa ley de la que ningún político escapa: “No adelantarse”. Me acuerdo de aquel gordinflón trajeado del pueblo donde nací. Nunca pude verlo sin la frente perlada y las manos temblorosas. Presidentes municipales iban y venían. Toda su vida la pasó al frente del Registro Civil. Me imagino que en sueños fantaseaba con la silla de la presidencia municipal. Murió heredándole el cargo a su hijo mayor, quien tuvo que redactar su carta de defunción.

No puedo dejar de pensar en el caso hidalguense. Próximamente los partidos políticos van a elegir candidatos a presidentes municipales. Pero más rápido de lo que canta un gallo, la prensa malévola ya ha aventurado posibles candidatos para éste y aquel municipio. Hace unos días leía la entrevista con la titular de una Secretaría Estatal, quien eventualmente puede ser candidata para Pachuca. Con hipocresía desmedida, la mujer respondía a las insistentes preguntas del reportero. “Mi camino es seguir por donde el gobernador me ha puesto, yo soy una mujer de trabajo y no tengo más aspiraciones políticas que cumplir con el encargo del señor gobernador”. Mentirosa y lambiscona. Cuántos casos habrá en Hidalgo como el de la pobre funcionaria. Cuántos políticos están viviendo horas de más en un sitio que no desean. Ven pasar sus días, con los ojos puestos en el futuro. Si no supiera cuáles son sus sucias intenciones, tal vez lamentaría su penosa situación.

Prefiero pasar al otro caso. Éste es más interesante y definitivamente mucho más reciente. Supe de él por la prensa española. Como actualmente me dedico a rodar un video-documental, no pierdo oportunidad de leer todo cuanto tenga que ver con el trabajo de documentalistas connotados. He llegado al extremo de conseguir videos en blanco y negro, sin sonido, de principios del siglo anterior…, todo por ese mi afán absurdo de hacer una película irrepetible, única, clásica. Pues bien: mis intereses actuales me llevaron a saber una cosa nueva de Michael Moore. Documentalista norteamericano cuyo trabajo Bowlinng for Columbine le mereció un premio Oscar en 2003, me he enterado que el próximo video de Moore está previsto para el próximo año. De acuerdo con los productores de la nueva cinta, ésta se perfila como la continuación de otro documental famoso: Fahrenheit 9/11, trabajo en el que especula sobre la posibilidad de que el ataque a las torres gemelas de Nueva York es una treta del propio gobierno yanqui. Sin duda, una hipótesis escandalosa. El caso es que en la nueva versión “Moore intenta analizar cómo ha cambiado el papel de Estados Unidos en el mundo en los últimos ocho años”, han anunciado uno de los miembros del equipo de producción.

Lo interesante de todo el asunto es esto: Moore ha cobrado muchísima fama porque parece poseer el talento del rey Midas pero de efectos inversos. Si aquel convertía en oro todo lo que tocaba su mano, Moore convierte en mierda todo lo que alcanzan sus cintas. Ha dejado mal parado al director general de la General Motors, a los senadores de Estados Unidos, al presidente Bush; en fin, se ha metido con gentes muy poderosas. ¿Por qué ha cerrado la boca esta vez? ¿No ha reparado en el caso? Qué cosa sino propósitos pecuniarios persigue el hecho de dar el avance de un documental ¡con un año de anticipación! Me fascinaría ver a un Moore criticándose a sí mismo. Convirtiendo en mierda lo que hay en su plato. Y sin embargo, eso no es lo importante.

Lo que realmente me atrae es el efecto que pueden llegar a ejercer anuncios tan adelantados como éste. En estricto sentido, dar el adelanto de un documental de la talla de Moore con un año de anticipación, no sólo pone a temblar a los políticos y a las casas productoras enemigas; algo así pone en acción algo que pudieran estudiar en detalle los científicos de la conducta humana. Hablo de esa percepción de que la vida en tiempo presente sólo vale en función de lo que promete el futuro. No vivir el presente, esperar el futuro.

A propósito del cumpleaños 70 de Carlos Monsiváis, me di a la gozosa tarea de repasar algunas cosas que ha escrito. Y me encontré con lo que se considera su primer trabajo. “Los contemporáneos del porvenir”. Aunque él empleó este título para hablar de literatos con futuro promisorio, a mí me gusta como síntesis inmejorable de lo que he querido expresar.

Que los políticos sufran esperando los designios del futuro, es cosa suya y no me importa. Ladrones. Pero que los ciudadanos de a pie nos pasemos esperando la premiere de un filme para llenarle los bolsillos a unos cineastas gringos, es algo que podemos evitar viviendo el tiempo presente, no esperando la promesa futuro.

Qué le vamos a hacer

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Desde chico tenía ganas de escribir un diario, o algo así. Pero era cosa de niñas. Este blog es lo menos afeminado que encontré.

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