El blog de Luis Frías

junio 13, 2007

Acueducto Tembleque, más que arcos

Arcos del acueducto novohispano


Zempoala es un municipio de Hidalgo cuyas construcciones dejan boquiabierto a cualquiera. Tiene una hacienda y una iglesia casi en cada pueblo. Superan sus edificios religiosos y civiles a los de cualquier alcaldía vecina. Quizá por ello el historiador más importante del estado, Víctor Manuel Ballesteros, dedicó parte importante de su labor a estudiar el sitio.

Sin temor a equivocarme afirmo que es la iglesia advocada a Todos los Santos la más destacada de Zempoala. Para muestra, véase el tomo de Ballesteros La Iglesia de Todos los Santos de Zempoala, Hidalgo, y su comarca (Ed. UAEH, 2003). Construida en tres etapas que son su comienzo en 1540, en 1553 cuando se realizaba una campaña constructiva, y en 1585 con el edificio terminado, la iglesia posee capilla abierta, iglesia, convento, atrio y huerta. Y de acuerdo con Ballesteros, es uno de los pocos conjuntos que conserva el espacio para la huerta, si bien hoy día está abandonado.

Pero es el programa pictórico lo que más debe interesar. Cuando el visitante ha traspuesto la portada renacentista, entra a un mundo techado con bóvedas góticas. Enseguida, advierte dos anchas cenefas plasmadas en los muros, cuyas imágenes tienen como guía el cordón franciscano, como en el convento de Tepeapulco. Mas son las pinturas en el presbiterio las que asombran lo mismo la ojo turista que al entendido en historia del arte. Tal es el caso del Ballesteros, en cuya obra citada interpreta a detalle las fuentes bíblicas contenidas en los murales.

Y sin embargo, he decidido no hablar de este conjunto conventual, sino de una edificación de Zempoala decididamente más famosa entre turistas, gobernantes y automovilistas que pasan por la carretera y la ven. Hablo del soberbio Acueducto del Padre Tembleque.

En el mejor estudio hecho sobre el acueducto (El padre Tembleque, Ed. Jus, 1961), Octaviano Valdés detalla que hacia el siglo 16, Zempoala abundaba en agua gracias a los mantos acuíferos que se encontraban a flor de tierra en el cerro Tecajete, mientras que el poblado de Otumba, Edomex., se moría de sed. Los de Otumba rogaban ante los de Zempoala, indispuestos a compartir el líquido. Fue necesario que Fray Francisco Tembleque, un español nacido en Toledo, hiciera de mediador. Y aunque logró convencerlos, pronto tuvo dificultades de todo tipo: con los prelados de la Iglesia, con los indios, con el dinero, con la comida…

Así y todo, al cabo de cinco años “el último arco recibe su clave y termina el puente rematando en una alcantarilla, desde la cual chorrea el primer mensaje del agua hacia el lado de Otumba”, describe Valdés, exaltado: “¡Qué hermosura de arcos, con sus aristas que de un solo vuelo ascienden a redondearse en la curva sin tacha!” Y cómo no, si en sus 44 kilómetros, el acueducto corre a desnivel, salva barrancas y, además, posee una estética en todo momento armónica con el paisaje.

Pero las cosas son como son. Desde que manos indias pusieron la última pierda del acueducto y vieron correr agua en 1560, hasta nuestro sucio presente, han transcurrido 447 años. No en balde. Pues si la pesadumbre del tiempo no ha podido con el acueducto, como que la estulticia humana se obstina en ganarle el paso. Y es que no es extraño advertir algún que otro graffiti pintarrajeado sobre los arcos; u oquedades donde antes había piedras.

De eso me di cuenta hace unos días cuando bajé al fondo de la barranca. Fui a un evento de los gobernadores de Hidalgo y de Edomex. que firmaron un “convenio de participación” para rescatar esta obra que atraviesa sus entidades. Sólo que ni los miembros del Patronato Acueducto Tembleque AC saben en qué consiste el convenio.

Una semana después de la firma, el reportero Miguel Alburquerque de Milenio-Hidalgo publicó: “La delegación estatal del INAH ha exigido que la intervención al Acueducto del Padre Tembleque sea ‘respetuosa’, producto de un estudio integral sobre el monumento, y no ‘un paso de euforia sin control’”.

Antes de eso, no vendría mal saber si la foto de aquél evento no será otra cosa que eso, una foto en los periódicos.

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Desde chico tenía ganas de escribir un diario, o algo así. Pero era cosa de niñas. Este blog es lo menos afeminado que encontré.

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