El blog de Luis Frías

octubre 12, 2008

Ciudad Nostalgia, empieza gira

Ciudad Nostalgia


El documental de Luis Frías y Balam Herrera, se presentará en las siguientes fechas:


Domingo 19 de octubre, 13:00 hrs.
Cine Auditorio de Ciudad Sahagún, Tepeapulco, Hidalgo.
Invitados: todos los viejitos que salen en el documental.



Martes 28 de octubre, 16:00 hrs.
Escuela de Artes de Real del Monte, Hidalgo.
Cabecera municipal Mineral del Monte.

Miércoles 29 de octubre, 19:00 hrs.
Teatro Guillermo Romo de Vivar.
Centro de Pachuca de Soto, Hidalgo.


Próximas fechas en la Ciudad de México y estados de la república, por confirmarse. Estén pendientes.

Espero que nos puedan acompañar.

Benditos narcos



Provengo de una ciudad singular. Antes de ser ciudad, no era nada. En efecto, antes de los años 1950, no había más que un interminable llano de duro tepetate: imposible encontrar mejor parangón que la Comala de Pedro Páramo. De hecho, para que la historia cambiara, fue preciso que se presentase un hecho coyuntural; de modo que el gobernador en turno y el presidente Miguel Alemán (ese gran pillo), mandaron construir fábricas metalúrgicas paraestatales en el llano, y a los pocos años aquello era una pequeña pero hermosa y moderna ciudad —al menos en mi infancia así me lo parecía. De este modo, un par de generaciones vivieron decorosamente allí, hasta que a fines de 1980 e inicios de los 90, la entrada plena de México al la Economía de Libre Mercado, orilló a que cerraran las paraestatales de mi ciudad. Desesperados todos, mis padres incluidos, salieron a buscar trabajo a otros sitios, abandonando las casas familiares. Empero, no pocos se refugiaron en la fácil salida que ofrecía el narcotráfico. Poco a poco, gracias al tráfico de drogas, la gente de mi ciudad recobró la tranquilidad perdida. Y hasta hace unos cuantos meses, la pequeña ciudad no había dejado de ser un sitio de absoluto sosiego. Se lo debíamos, hay que reconocerlo, al narco.

Algo semejante es lo que se ha documentado a propósito de los campesinos marginados que viven en las zonas más paupérrimas de Guerrero y Chiapas. Pienso en el caso de un grupo de agricultores detenido a punta de metralleta por miembros de la armada de México. La razón: eran acusados del delito de “daños contra la salud”. Y es que en una operación anti-narco, desde lo alto de un helicóptero un batallón de soldados observó que en medio de la sierra había la rareza de un grupo de campesinos sembrando flores hermosas. Se trataba de amapolas que los narcos los obligan a sembrar a cambio de jugosas pagas. Cuando fueron cuestionados ante el Ministerio Público, los agraristas respondieron que la falta de medios de subsistencia los había orillado a aceptar el ofrecimiento de los narcos. Su explicación no pudo ser más sensata: en vista de que nadie les compraba sus parcelas de maíz, trigo y frijol, mejor optaron por dedicarse a sembrar unas “flores bien bonitas” (campesinos dixit) que los narcos les compraban a buen precio, quincenalmente y sin fallas de ninguna especie. Ante tamaña lógica, los encargados de la justicia no pudieron menos que postergar cualquier pronunciamiento. Y es que, si bien los campesinos estaban coludidos con los narcos, ¿acaso era posible castigarlos por pretender no morir de hambre? Lo último que supe, era que seguían detenidos sin que el juez determinara su situación.

Pero los grupos consumidores quizás son los más favorecidos por la expansión del narcotráfico. ES la ley de la oferta y la demanda: a mayor oferta, los precios se abaratan y de dejan de ser prohibitivos para las clases trabajadoras. ¿Es preciso acudir a la antropología y a las demás disciplinas de la conducta humana para hablar de lo que es más que evidente? No sólo las familias han dejado de ser las antes y hoy por hoy es cada vez más raro hallar hogares tradicionales con padre, madre e hijos. La novedad es más interesante. Me lo dijo un guía espiritual. Vivimos en lo que el investigador polaco Zygmunt Bauman llama “consumismo” y cuya significado es “comprar o morir”. O sea: hay que adquirir el teléfono de última generación, el reproductor de música aquél, un automóvil que se desplace a la velocidad de la luz, y otras tonterías, so riesgo de ser el imbécil de la cuadra. Lo que me dijo aquel guía espiritual es que algunos, quizá los más razonables, simplemente se niegan a seguir atados a ese potro del consumismo tecnológico. Y por pereza quizás, la salida simple suele ser consumir drogas. Lo ha dicho en otros términos Guillermo J. Fadanelli, cuando sostiene que él prefiere a los personajes patéticos, por encima de los exitosos o prometedores. A su juicio, hoy todo está encaminado a hacer del hombre alguien exitoso; por eso, si no triunfa, se trauma y todo se jode. Es, pues, preferible asumirse como un perdedor y, a partir de eso, porfiar para hacer algo provechoso. Diría E. M. Cioran: “La obligación del hombre al despertarse: avergonzarse de sí mismo”. En una palabra, las drogas les han hecho menos mal que bien a los consumidores mexicanos, miembros de una sociedad sin posibilidad de llevarlos al estrellato del triunfo.

Últimamente, se ha criticado con acritud todo cuanto tenga que ver con los narcos. Todos sabemos de la campaña gubernamental para atacar frontalmente al elemento del narcotráfico. El gobierno y sus personeros han parloteado mucho con el fin de hacernos creer que el narcotráfico es el causante de la inseguridad que se vive en el país. Hasta el mes de julio, sumaban 2 mil 17 muertos a raíz de esta “guerra contra el narcotráfico”. Las cifras se repiten en todos los periódicos. Y el gobierno no se cansa de enviar comerciales por radio y televisión, en los que informa de los golpes que le asesta a la industria del narcotráfico. En cualquier caso, lo que más indigna a todos es la saña con que los narcos ultiman a sus víctimas.

Creo que toda esta alharaca es completamente engañosa. Yo no estaría tan seguro de tachar con calificativos desagradables a las personas de mi ciudad natal, que se vieron orilladas a hacer las veces de traficantes de droga: no sabían hacer otra cosa que piezas de fierro, pero el gobierno mandó cerrar las fábricas donde antes podían trabajar. Tampoco me atrevería a decir que aquellos campesinos de Guerrero son flojos por haber decidido cultivar amapolas más rentables que maíz y frijol de excelente calidad que, no obstante, nadie les quiere comprar. Y lo que es más. Que crezca la estadística de consumidores droga no me parece nada malo. En realidad, el problema es éste: los que toda la vida permitieron el crecimiento de este alacrán lo quieren matar cuando ha cobrado mucho poder. Sólo un insensato no prevendría que su reacción iba a ser furibunda.

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Desde chico tenía ganas de escribir un diario, o algo así. Pero era cosa de niñas. Este blog es lo menos afeminado que encontré.

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