El blog de Luis Frías

agosto 17, 2007

¿Tirar millones?


Gabriel Zaid escribió hacia los 70 unos ensayos fabulosos. Aparecían en la revista Vuelta, que dirigía Octavio Paz. Eran unas sátiras ácidas, por excelentemente informadas. Las tituló Tirar Millones, y no eran sino unos sensatos balances de tipo costo-beneficio, sobre las políticas culturales adoptadas por las instituciones de gobierno. Grande conocedor de libros, Zaid ponía el dedo en la yaga de los dispendios de la Secretaría de Educación Pública con la edición de los SEP-Setentas de tiros millonarios pero cuya pésima distribución hacía que los volúmenes terminaran, pudriéndose de amarillentos, en contenedores de basura.

La otra semana los hidalguenses vivimos la vigésima edición de la Feria Universitaria del Libro. Fui a buscar algunos libros de los cronistas de Indias, y acabé comprando una colección de cuatro tomos sobre el cristianismo en la literatura de ficción del siglo 20. Estaban a buen precio los libros de viejo. No así los nuevos que, dicho de paso, eran mayoritariamente literatura best seller. Llegué acariciando con ansiedad alguna sorpresa agradable, pero me llevé un palmo de narices. Es lastimoso poder hacer enseguida un subjetivo resumen de la Ferilú, apoyándome en lo que se aprecia invariablemente, año con año. Primero, el día de la inauguración: el flashazo de varias cámaras a los hombres de traje, que hacen un recorrido entre los puestos de libros, intercambiando sonrisas con sus dentaduras perfectas. Segundo, los días que suceden a la inauguración: la Plaza Juárez sitiada de puestos y gente viendo los libros y preguntando precios. Tercero, los puesteros: recargados en sus sillitas de plástico mientras comen arroz con carne en un plato de unicel, dando malas recomendaciones a la gente que pregunta. Otra cosa, los espectáculos: un grupo de teatro monta cierta obra de Shakespeare, ante… 3 ó 4 estudiantes. Finalmente, los días que suceden a la feria: un gusano vacío de estructura blanca sobre la explanada de Plaza Juárez, y las mamparas recargadas de pie en los portales.


Abel Roque, uno de los organizadores, me confió amablemente algunos datos ignotos. Me dijo cómo se dividió la Ferilú: una sección para cien puestos de libros; otra, donde estuvo un café literario en que hubo presentaciones editoriales; uno más, que él da en llamar “territorio garza”, donde se explicaban cosas de la UAH; otro espacio, con reflectores para los espectáculos masivos, por fin, y el área de las exposiciones, que fueron dos: la que estaba descuidadamente puesta en los portales y la del propio café cultural. Roque me destacó la implementación del programa “Los libros que yo leo”; consistente en que alguna persona cuenta su experiencia lectiva: lo juzgo aburrido.

Si le pregunté todo esto al amable funcionario, fue porque Elena Enríquez dice algunas ideas en el número 85 de la revista Libros de México. Hablando de las editoriales universitarias, la investigadora encontró que éstas precisan tener un local en las ferias de libros porque un ¡30 por ciento de sus ventas se hacen ahí! ¿Quienes compran? Público que anda en cacería de un título o un tema taxativo. Y lo más curioso: a las editoriales no les importa mucho ser el gran negocio sino que sus libros aparezcan citados el mayor número de veces en otros libros. Pero Enríquez ha descubierto que las editoriales universitarias son a menudo pésimas inversiones porque usan estrategias de venta estacionadas en el siglo pasado. Pues bien, es preciso que tanto la Ferilú como su editorial universitaria echen mano no sólo de la imaginación sino acaso de una empresa de mercadotecnia. “Desarrollar proyectos en este sentido no es sólo necesario sino urgente”, concluye la investigadora.

Mi opinión sobre la Ferilú se sintetiza suscribiendo el ensayo que Gabriel Zaid firma en el número 99 de Letras Libres, donde apuntala su antigua idea de que se siguen tirando millones a la basura en materia de libros. “Si anuncian algo maravilloso, y por todas partes resuena el nombre de la institución”, señala Zaid “pero no se dan los teléfonos, faxes, correo electrónico, dirección, horarios, ni detalles útiles sobre los servicios, se está gastando en imagen, no en facilitar que el público aproveche la oportunidad”.

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Desde chico tenía ganas de escribir un diario, o algo así. Pero era cosa de niñas. Este blog es lo menos afeminado que encontré.

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