El blog de Luis Frías

septiembre 07, 2008

El glamur nuestro

1. Me interesa hablar de un viaje más o menos largo que recién hice por autobús. Milagrosamente puntual, fui el primer pasajero en hacer fila en los andenes, de modo que una vez sentado en la segunda hilera, tuve oportunidad de ver a todos los que compartirían destino conmigo. Una mujer de prominente equipaje a la que, sin embargo, no corrí a auxiliar caballerosamente. Un hombre de años ataviado con elegancia antigua: pantaloncillos brillosos, camisa de olanes y un saquito ajustado. Y treparon más personas sin ningún interés para mí. Todo bien hasta que apareció lo odioso. Se oían gritos y regaños. Era una mujer gorda, un muchachote con espinillas, una fea niña pero bastante crecida y un pequeño de pantaloncillos cortos. Todos hablaban y manoteaban a la vez. Llevaban audífonos, refrescos y chatarra abundantes para el camino. Si por lo menos se hubieran sentado lejos; por desgracia, se apoltronaron alrededor de mi asiento. Resignadamente, al mismo tiempo cerré mis párpados y mi libro de Alexis Nouss, La Modernidad.

Los guturales regaños de la madre no consiguieron que las pequeñas bestias dejaran de gritarse y escupirse comida. Tuvo que aparecer la figura esbelta de una universitaria y deslizarse como garza por el pasillo. Los otros pusieron unos ojos enormes y abrieron una bocaza de admiración. Parecía salida de un desfile de modas. Sus pantalones justos le sentaban de maravilla, pero lo mejor era aquel glamoroso corte de cabello que sintonizaba con el flamante teléfono que llevaba al oído. Enamorado de mi mujer como estoy, ni yo pude menos que reconocer lo que es bueno. “Pero qué moderna”, se le escapó entre las papitas con salsa a la niña. En realidad, lo mejor fue que aquella belleza había conseguido acallar a los infames gritones. Pude leer.

2. Así, pues, con ser la suya una historia indisociable a los siglos 19 y 20, la discusión en torno a la modernidad nunca ha perdido vigencia. Cuánto y más, en nuestros tiempos en que los avances en la tecnología nos obnubilan tanto. Se piensa con unanimidad que, en definitiva, la gente nunca llegó a ser tan moderna como lo somos ahora. Y es que se razona que, como hoy, jamás habían existido al mismo tiempo tantos regímenes democráticos. Nunca, tantas carreteras y aviones habían sido utilizados por las clases medias. Nunca, los aparatos tecnológicos habían tenido tanta presencia en los hogares de todos los rincones del mundo. Para la familia del autobús, lo mismo que para aquella chica linda, nunca como hoy hubo tantas posibilidades de acceder a la moda del vestir y de la forma de actuar.

Las cosas no varían entre, por ejemplo, los artistas plásticos, los escritores y los intelectuales de cualquier tipo. Hay que leer alguna de sus entrevistas para saber enseguida lo que piensan. Los artistas plásticos odian que se les reduzca al grado de meros pintores o escultores, pues lo que ellos hacen es algo más sofisticado y moderno. Tampoco es raro encontrarse con las escandalosas tomas de postura de algún escritor —tomas de postura que no parecen sino desplantes cuyo objeto es hacerse publicidad. Muy a menudo, en esas escandalosas declaraciones, los autores sostienen que los géneros literarios han perdido vigencia, cuando no que ya son obsoletos y hay que atentar contra ellos. Su solución ha consistido en hacer una mixturización de todos los géneros. De tal modo, el resultado de este concurso de formas es lo que constituye su nuevo y moderno género literario. Dato curioso: Juan Goytisolo afirmaba hace poco que la novela ya no debe ejercerse desde el modelo tradicional. Para él, lo impostergable es escribir amoldándose a las exigencias de los tiempos actuales. Tengo serias dudas. Para los autores de hace cuatro décadas, no había cosa más moderna que lo que ellos estaban escribiendo… No sólo estaban equivocados; los años se han encargado de escarnecerse de esa actitud. Queda muy a propósito un aserto que Octavio Paz mencionó en televisión. Cuando le hicieron una pregunta en referencia al buen gusto de la estética, contestó: “El buen gusto de hoy suele ser el mal gusto del mañana”. ¿Alguien recuerda la modernidad de la década de 1980? Adelante. ¡Que levante la mano el moderno a más no poder!

3. Ahora bien: la modernidad no es una noción que pertenezca exclusivamente a nuestra generación; en el tomo de Nouss, encuentro que es un concepto cuya edad rebasa el siglo y medio. Su significado irradia sobre la filosofía, las ciencias sociales, la historia, el arte. En el siglo 19 se acuña el término. A Kant se le llamó moderno. El historiador Fernand Braudel se asumió como moderno. Los poetas que abandonaron el canon costumbrista y se aproximaron a la belleza de los salones palaciegos, también fueron catalogados como modernos: ahí está el poeta hidalguense Efrén Rebolledo (Actopan, 1877-Madrid, 1929).

El proyecto de aquellos modernos partía y arribaba en la razón. Consistía en abandonar de una los prejuicios provenientes del oscurantismo de los siglos pasados, y adentrarse en la luz de la razón definitiva. Era llevar a la cima los impulsos del Renacimiento. Desde luego que fue un fenómeno europeo, principalmente.

Lo que no es exclusivo del Viejo Continente son los acontecimientos que acabaron llevando a la ruina al proyecto modernista. Porque además de las dos Guerras Mundiales cuyos principales teatros fueron allende el Atlántico, también pienso en el capitalismo norteamericano y en el socialismo chino. Tanto los inmensos poderes fundados en los grandes capitales acumulados, como los socialismos asesinos de toda posible ideología contraria, acabaron con el incipiente proyecto modernista de fines del siglo 19 y comienzos del 20.

Es verdad: las actuales democracias, todas las tecnologías, las artes plásticas, los vuelos aéreos y la sofisticada universitaria del autobús, no deben ser tan perniciosos. Pero, ¿cuán genuina es nuestra modernidad? ¿Somos más modernos que los hombres de hace 20, 100 años? Parafraseo a Paz: que nuestro glamur modernista no sea la fuente de los escarnios del mañana.

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Desde chico tenía ganas de escribir un diario, o algo así. Pero era cosa de niñas. Este blog es lo menos afeminado que encontré.

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