El blog de Luis Frías

enero 14, 2008

Salvador Elizondo era escritor

“Salvador era ordenado y responsable, llevaba un orden casi militar, no se le podía mover nada de lugar porque montaba en cólera, era romántico, celoso, iracundo, nervioso, tímido en cosas prácticas, simpático, risueño, sentimental, ocurrente, puntual, flojo a veces, otras borracho, difícil, exigente, crítico agudo, obsesivo, macho mexicano, le gustaban irresistiblemente las mujeres, amaba a los animales y a las plantas, el paisaje mexicano, comía chile chipotle, tacos de carnitas, chapulines, sopa de fideos y fumaba, a veces, mariguana, usaba paliacates, zapatos ingleses y tweed irlandés (‘el Harris tweed es la base, mamacita, de un buen saco’, me decía), lloraba con la poesía y sobre todo era un escritor”.

Son los términos con que Paulina Lavista, esposa de Salvador Elizondo por 37 años, se refirió a él recientemente en Letras libres. Autor de los parcialmente comprendidos pero harto elogiados Farabeuf, El hipogeo secreto y El Grafógrafo, entre otros exquisitos títulos, Salvador Elizondo ha sido descrito de esta manera por la que además de esposa suya, fue fotógrafa de los escritores que han integrado la generación de las revistas Snob, Plural, Vuelta y, hoy día, Letras libres. Ahora bien, esta última, en su primer número de 2008, ha dado a conocer que todo el año publicará, mes con mes y fraccionadamente, parte de los 80 y tantos cuadernos de memorias que escribiera Elizondo hasta tres días antes de morir, el 29 de marzo de hace dos años. En todo caso, se trata de un homenaje póstumo que ha decidido hacer su esposa y que, la revista de Enrique Krauze, ha tenido a bien explotar comercialmente.

Empero, está lejos de ser el primero de los homenajes rendidos desde que desapareció. Nada más dejar de existir, la revista de la Universidad Nacional dedicó a Elizondo en la pluma de Adolfo Castañón cierto ensayo (“Idea del hombre que se hizo prosa”) un tanto institucionalizado; mentaba las ideas consabidas del tipo “Elizondo era un autor para excepcionales cultivados”, y cosas así. Y aunque no tiene ningún interés traer a cuento el alud de declaraciones descoloridas que hicieron los escritores en lamento de la muerte de Elizondo, resulta interesante reparar en que los investigadores soporíferos y la prensa especializada empezaron a hacer algo, diríamos, difícil de calificar con otra palabra que no sea la de “pueril”. Y es que les dio por dejar de hablar de los libros que Elizondo nos legara, para enfocarse en las otras facetas que cultivó marginalmente. De tal suerte, sus películas fueron las que recibieron todos los reflectores.

Y al año de muerto -en marzo de 2007- se proyectó Apocalipsis 1900 en Bellas Artes. Es la película que filmara años atrás. La prensa informó: “La cinta la cual fue realizada usando Xilografias de la revista de La Nature y de grabados del Manual Operatorio de Farabeuf, filmados usando una Camara Bolex. Aunque al final tuvo un error por parte de los realizadores de la edición, ya que el negativo brincaba mucho. Se planeaba la participación de este filme en un Festival de Cine en Francia, por lo cual todos los diálogos están en francés”. Todo lo cual quiere decir esto: fue una deslucida presentación.

¿Qué propósito se persigue haciéndonos creer que Elizondo era no sólo un escritor sino un cineasta? En Elizondo había, efectivamente, un creador abierto a múltiples proyecciones artísticas. Mas no coqueteaba hoy con una disciplina, y mañana con otra. Antes bien, en rigor, Elizondo no fue sino el autor de eficaces libros que hoy pueden leerse inscritos en una literatura mexicana experimental; los cuales tenían más vasos comunicantes con tradiciones de otros países, que con la nacional. Con las literaturas francesa e inglesa, principalmente. Farabeuf es, en punto a esto, el mejor ejemplo. Me apresuro a aclarar algo: en medio del furor de los homenajes que se le han hecho y que (me atrevo a vaticinar) continuarán haciéndosele, hay que evitar rememorar a Salvador Elizondo desde ópticas tangenciales que, en el fondo, lo que hacen es buscar paradigmas inexistentes en su obra, en lugar de porfiar lo necesario para descifrar únicamente lo que vale la pena: las palabras escritas en sus libros. Ahora bien, todo esto no quita que los jactanciosos lectores de Elizondo vayamos a perder el tiempo consultando los chismes, intimidades, extravagancias y curiosidades que mes con mes Paulina Lavista ha advertido que sacará en Letras libres.

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Desde chico tenía ganas de escribir un diario, o algo así. Pero era cosa de niñas. Este blog es lo menos afeminado que encontré.

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