1. Pasillo vacío de un edificio. De noche. Se arma de valor, respira profundo y llama a la puerta. La rubia lo espera del otro lado.
-¡Chango, cabrón! ¿Ya viste la hora, cabroncito?
-Que sea rápido, ¿para qué me quieres? Llevo prisa. –se lleva la mano derecha al bolsito del pantalón. Extrae una cajetilla de cigarros Montana, enciende uno.
-¿No me ofreces? –le alarga la mano él, ella le arranca la cajetilla y se la guarda entre los senos.- No fumo, changuito, ya lo sabes, tontolín.
-Dime qué quieres.
-Ven –tomándolo de la mano desaparecen pasillo adentro.
2. Los codos a la mesa ambos, están en la enésima ronda de cervezas. Ya es de madrugada, hay música techno a bajo volumen. Ella habla del trabajo. Él la escucha sin pronunciar palabra. Sus ojos tropiezan con los pechos de ella tensados bajo la playerita azul.
-Puta. ¡Sigues buenísima! No mames.
-¡Chango! Cógeme. No sabes cómo te extraño. Cógeme, ya.
Como niños extraviados en el bosque que corren a abrazarse, los labios se encuentran en una sincera pasión. Rueda la cervecería sobre la tabla. Se pierden escaleras arriba.
3. El Sanborns está lleno. Es de mañana. A la mesa una mujer llamativa lee Cosmopolitan; da un sorbo a la taza y otea el lugar. Acude él a su encuentro.
-¿Por qué tardaste tanto, amor? ¡Mira esas ojeras! Bebiste.
Él la calla a besos. El rostro descompuesto. Se siente culpable.
-¡Chango, cabrón! ¿Ya viste la hora, cabroncito?
-Que sea rápido, ¿para qué me quieres? Llevo prisa. –se lleva la mano derecha al bolsito del pantalón. Extrae una cajetilla de cigarros Montana, enciende uno.
-¿No me ofreces? –le alarga la mano él, ella le arranca la cajetilla y se la guarda entre los senos.- No fumo, changuito, ya lo sabes, tontolín.
-Dime qué quieres.
-Ven –tomándolo de la mano desaparecen pasillo adentro.
2. Los codos a la mesa ambos, están en la enésima ronda de cervezas. Ya es de madrugada, hay música techno a bajo volumen. Ella habla del trabajo. Él la escucha sin pronunciar palabra. Sus ojos tropiezan con los pechos de ella tensados bajo la playerita azul.
-Puta. ¡Sigues buenísima! No mames.
-¡Chango! Cógeme. No sabes cómo te extraño. Cógeme, ya.
Como niños extraviados en el bosque que corren a abrazarse, los labios se encuentran en una sincera pasión. Rueda la cervecería sobre la tabla. Se pierden escaleras arriba.
3. El Sanborns está lleno. Es de mañana. A la mesa una mujer llamativa lee Cosmopolitan; da un sorbo a la taza y otea el lugar. Acude él a su encuentro.
-¿Por qué tardaste tanto, amor? ¡Mira esas ojeras! Bebiste.
Él la calla a besos. El rostro descompuesto. Se siente culpable.
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