“Hace unos días leía nada más el encabezado de una noticia periodística que recogía la contundente declaración de alguien (supongo que sería una persona ampliamente autorizada) en el sentido de que en México nunca sería legalizada la práctica del aborto provocado. Desgraciadamente no pude leer el detalle en que se fundaba esa afirmación tan rotunda, pero supongo que por el tono terminante del encabezado que se daban razones y fundamentos suficientes. Lo supongo por las palabras que resumían, seguramente, los argumentos contenidos en el texto de la noticia, pero lo que más me llamó la atención fue el sutilísimo equívoco al que esas palabras se prestaban por el empleo de una argucia retórica muy común: la enunciación afirmativa de algo en tiempo de verbo de futuro simple que le resta toda substancia de actualidad y convierte al hecho que se afirma en una cosa imprecisa y vaga del porvenir.
“Unos días después de leer la noticia me encontré con un amigo al que no veía desde hace muchos años cuando vivíamos los dos en la Ciudad Universitaria de París. Me contó, entre otras cosas, que fruto de aquellos años pasados en París era un libro, una novela inédita dijo, acerca de las tribulaciones de las muchachas mexicanas que estudiaban allá.
“La coincidencia me hizo pensar cómo cambian los tiempos y a pesar de que el uso extendido de antimpregnantes le ha quitado relevancia a esta cuestión, no pude menos que planteármela otra vez, ya que parecía volver a cobrar cierta actualidad. Fui a los libros.
“Las enciclopedias, como es sistemático en ellas, dividen esta cuestión de acuerdo a los diferentes aspectos que reviste. Hay así un artículo que trata la cuestión desde el punto de vista de la medicina legal y otro, que es quizás el más interesante de todos, que estudia su significación desde el punto de vista de la legislación y que comenta los interesantes problemas morales que suscita.
“El problema estrictamente médico o clínico ofrece poco interés excepto para los profesionales. Es preciso destacar sin embargo que el término se emplea con deficiencias ya que abarca tanto al fenómeno espontáneo como a la forma provocada. Solamente esta última comporta implicaciones de orden moral o legal. Se puede producir por procedimientos quirúrgicos, mecánicos o bioquímicos. En las condiciones de ilegalidad en que por lo general se practica conlleva el riesgo, muchas veces fatal, de la metro-peritonitis y la hemorragia; la primera generalmente producida por sepsia y la segunda por impericia o falta de atención clínica, condiciones que privan casi siempre en los quirófanos improvisados en que se practica clandestinamente.
“Los artículos acerca del aspecto médico forense de la cuestión generalmente hacen hincapié en la dificultad y discriminación que exige el dictamen legal acerca de esa distinción en la que la medicina forense se divide el problema: ¿cuándo es un hecho provocado?, ¿cuándo un hecho de la naturaleza?, ¿en qué casos está prescrito y por qué razones? Preguntas todas de respuesta incierta.
“Las legislaciones no están de acuerdo acerca de la cuestión. Es evidente que la actitud hacia ella está ligada o emana de las ideas religiosas. Sin embargo solamente las legislaciones que se informan en la ley mosáica condenan la práctica del aborto provocado y el derecho romano la consideró delito hasta época muy tardía. Las leyes de inspiración germánica lo castigaban severamente y el Fuero Juzgo prescribe la pena de muerte para el médico si la madre muriese, pero sólo una multa si no. Las civilizaciones orientales y de la india no lo reconocen como delito. La época ateniense vio nacer la polémica acerca del significado moral de este asunto y tal vez le sorprenda al lector tanto como le sorprendió al autor saber que los filósofos aconsejaban el aborto en muchos casos. Platón consideraba que era un deber provocar el aborto a todas las mujeres que hubieran cumplido 40 años y su discípulo Aristóteles, aconsejaba que se impusiera a las mujeres la obligación de abortar para mantener constante el equilibrio entre la población y los medios de subsistencia; una idea que también parece tener mucha actualidad.
“Carezco de información acerca de la actitud de lso antiguos pueblos de América pero por los conocimientos que tenían de cirugía y de herbolaria es fácil suponer que conocían la práctica.
“Ahora bien, todas estas precisiones no tendrían más que un carácter ilustrativo bastante ingenuo si no subrayaran ese otro problema que cada vez con mayor urgencia se plantea: el de la condición de la mujer. En ese contexto el problema se plantea en los términos en que si bien parece ser un hecho que la práctica del aborto nunca será admitida de jure, según las palabras de la persona autorizada que hizo las declaraciones, esa práctica existe de facto, como lo sabemos casi todos. La función de la maternidad con tiene hoy, por razones de aritmética como las invocadas por Aristóteles en su argumento a favor de la práctica del aborto provocado, las virtudes cualitativas o cuantitativas que tenía antes. La independencia de la mujer y el bienestar común parecen exigir cada vez con más apremio la limitación de la proliferación humana sobre todo allí donde ha colmado todas sus posibilidades de subsistir. Un hijo indeseado en las condiciones de vida actuales, representa una carga y una rémora tanto para los pares, como para la comunidad, como para sí mismo. Un hijo indeseado subyuga la condición posible de la madre. Quienes condenan el aborto lo condenan en nombre casi siempre, ahora, de al violencia psicológica que inflinge a la mujer, pero al violencia ‘psicológica’ es apenas comparable a la violencia del hambre, de la guerra, etc., que crece incontrolada en todas partes. Otro argumento que frecuentemente se esgrime contra la legalización del aborto es de tipo probabilística. Se expresa en términos de la posibilidad que el aborto entraña de asesinar a un Goethe o a un Leonardo da Vinci. Se funda en el equívoco doble de que el genio abunda y de que es producto de una determinación anterior muy misteriosa. Pero se puede responder fácilmente a quienes proponen el argumento del ‘gran hombre’ que la grandeza si no, no sería grandeza, es adquirida, casi toda, mediante el esfuerzo, la voluntad y la educación. Por otra parte, la posibilidad de ser Goethe ya está cumplida para siempre.
“No rechazo del todo, tampoco, ese argumento que podría llamar ‘sentimental’ y que, a ciencia cierta, nunca he sabido si es un argumento en pro o en contra. Es el que propone que la reproducción es una función inherente al organismo, como lo demuestran sus órganos. Esto es cierto. Especialmente en las mujeres. Pero me pregunto si esa función que con un carácter tan general se atribuye a la especie como un todo no es, reducida a las circunstancias particulares en que el individuo es capaz de desarrollarla, no ya la respuesta al impulso esencial de multiplicación y extensión de la especie, sino el germen minúsculo de su extensión o aniquilamiento”: Salvador Elizondo, ¡¡¡¡¡1973!!!!!!
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