Parto de una noción harto conocida por todos los mexicanos. Me refiero a esa idea según la cual el gobierno infaliblemente tiene la culpa de todo lo malo que nos sucede. A nuestros padres y abuelos les tocó vivir la época en que era políticamente correcto echarle la culpa al otro. Y en todo momento el gobierno resulta un blanco inmejorable. Es imposible borrarme de la mente esos domingos en casa de los abuelos. Los tíos y todos los nietos nos sentábamos a comer ante la enorme mesa. En cierto momento mi abuelo solía condenar a muerte al presidente de México por todos los males que lo aquejaban. “Este presidente es un pendejo”, decía. Nadie le prestaba atención; mi abuelo solía estar borracho siempre. Y continuaba la comilona. Como buen pesimista, siempre me molestó que nadie le hiciera ver que estaba equivocado. Y es que el viejo dividía su tiempo en beber y ver televisión, pero despotricaba del gobierno cuando padecía los intensos dolores de la artritis.
Gracias a un chisme, todo Hidalgo se enteró que existe el riesgo de perder uno de los poquísimos recintos culturales con que cuenta la entidad. No sé cómo llegó a mis oídos el dicho de que el Centro Cultural del Ferrocarril se había vendido a algún rico…, que muy posiblemente se utilizará para poner en su lugar una tienda de autoservicio…, que lo van a tirar para construir un prostíbulo…, y quién sabe qué otras cosas. Desde luego que todas estas posibilidades me sonaron aterradoras, pero no pasaban de ser mera información que se sabía de oídas. La cuestión pasó a peor cuando algunos personajes del gobierno dieron la cara, hablando con seriedad a propósito de algo que me había parecido un alud de insensateces. Pues bien, la directora de la Oficina de Cultura Estatal, Lourdes Parga, hizo una declaración admitiendo que el recinto atravesaba por una etapa peligrosa. ¡Admitía que Ferrocarriles Nacionales había hecho un remate ilegal del recinto cultural y lo había vendido a unos particulares desconocidos! Fue el reconocimiento de algo que yo hubiera deseado que no fuese sino un mera habladuría.
Por qué ha podido tener lugar tamaño despropósito, es una cuestión que se ha elucidado en las últimas semanas. Desde que en 1998 Ferrocarriles Nacionales entregó en comodato el inmueble al gobierno, la antigua estación de ferrocarril adoptó las funciones de centro cultural. No es necesario recordar que sus paredes han visto domingo a domingo las funciones de teatro infantil, las -en el peor de los casos- perfectibles ferias de libros juveniles, varios conciertos de rock y otras actividades culturales de cierta relevancia estatal. Pocas cosas, en rigor, pero inconmensurable en medio del desértico contexto artístico de Hidalgo. Y lo grave es que están por desaparecer. Porque el comodato tocó a su fin y Ferrocarriles Nacionales puso a la venta el inmueble. De acuerdo con información de Milenio, el contrato ha quedado sellado y está en puerta ya la posibilidad de que la Comercial Mexicana abra una de sus tiendas departamentales.
¡Por qué ha pasado todo esto! Desde luego, debo traer a cuento a mi abuelo y aseverar que la culpa la tiene el gobierno. No importa poner matices para deslindar a éste o a aquel funcionario; me interesa más dejar en evidencia al gobierno en su totalidad. Al sistema gubernamental, para generalizar con precisión. ¿Qué importa si la culpa la tiene la Oficina Estatal de Cultura o la dirección de Ferrocarriles Nacionales? Lo alarmante es que los dos viven de nuestros impuestos, pero toman decisiones que lejos de ser conformes a nuestros deseos, lo que hacen es vender un recinto cultural con quién sabe qué propósitos indeseables. Ésta es una de las pocas veces que le he dado la razón a mi abuelo. Y es que no fue sino el mismo sistema que había decidido que nos acostumbráramos a tener un centro cultural, el que más tarde nos lo quita y considera apropiado vendérselo a una tienda de autoservicio. Es una lástima que mi abuelo se muriera hace años. Pues nadie como él para mentarles la madre a todos cuantos tienen la culpa de que haya acontecido esta tan penosa situación.
Gracias a un chisme, todo Hidalgo se enteró que existe el riesgo de perder uno de los poquísimos recintos culturales con que cuenta la entidad. No sé cómo llegó a mis oídos el dicho de que el Centro Cultural del Ferrocarril se había vendido a algún rico…, que muy posiblemente se utilizará para poner en su lugar una tienda de autoservicio…, que lo van a tirar para construir un prostíbulo…, y quién sabe qué otras cosas. Desde luego que todas estas posibilidades me sonaron aterradoras, pero no pasaban de ser mera información que se sabía de oídas. La cuestión pasó a peor cuando algunos personajes del gobierno dieron la cara, hablando con seriedad a propósito de algo que me había parecido un alud de insensateces. Pues bien, la directora de la Oficina de Cultura Estatal, Lourdes Parga, hizo una declaración admitiendo que el recinto atravesaba por una etapa peligrosa. ¡Admitía que Ferrocarriles Nacionales había hecho un remate ilegal del recinto cultural y lo había vendido a unos particulares desconocidos! Fue el reconocimiento de algo que yo hubiera deseado que no fuese sino un mera habladuría.
Por qué ha podido tener lugar tamaño despropósito, es una cuestión que se ha elucidado en las últimas semanas. Desde que en 1998 Ferrocarriles Nacionales entregó en comodato el inmueble al gobierno, la antigua estación de ferrocarril adoptó las funciones de centro cultural. No es necesario recordar que sus paredes han visto domingo a domingo las funciones de teatro infantil, las -en el peor de los casos- perfectibles ferias de libros juveniles, varios conciertos de rock y otras actividades culturales de cierta relevancia estatal. Pocas cosas, en rigor, pero inconmensurable en medio del desértico contexto artístico de Hidalgo. Y lo grave es que están por desaparecer. Porque el comodato tocó a su fin y Ferrocarriles Nacionales puso a la venta el inmueble. De acuerdo con información de Milenio, el contrato ha quedado sellado y está en puerta ya la posibilidad de que la Comercial Mexicana abra una de sus tiendas departamentales.
¡Por qué ha pasado todo esto! Desde luego, debo traer a cuento a mi abuelo y aseverar que la culpa la tiene el gobierno. No importa poner matices para deslindar a éste o a aquel funcionario; me interesa más dejar en evidencia al gobierno en su totalidad. Al sistema gubernamental, para generalizar con precisión. ¿Qué importa si la culpa la tiene la Oficina Estatal de Cultura o la dirección de Ferrocarriles Nacionales? Lo alarmante es que los dos viven de nuestros impuestos, pero toman decisiones que lejos de ser conformes a nuestros deseos, lo que hacen es vender un recinto cultural con quién sabe qué propósitos indeseables. Ésta es una de las pocas veces que le he dado la razón a mi abuelo. Y es que no fue sino el mismo sistema que había decidido que nos acostumbráramos a tener un centro cultural, el que más tarde nos lo quita y considera apropiado vendérselo a una tienda de autoservicio. Es una lástima que mi abuelo se muriera hace años. Pues nadie como él para mentarles la madre a todos cuantos tienen la culpa de que haya acontecido esta tan penosa situación.
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