Tepeapulco, Hidalgo, México.- En el sitio arqueológico del Jigüingo, en Tepeapulco, se descubrió una de las tres ofrendas prehispánicas existentes en todo el territorio mexicano, mejor conocidas con el nombre náhuatl de tepetlacalli o “caja de piedra”.
En todo el país únicamente han sido halladas tres cajas de piedra con estas características. Son pequeñas y tienen en su interior objetos que hacen referencia al mar. Dos fueron halladas en Teotihuacan, Estado de México, mientras la última se localizó en el sitio arqueológico del Jigüingo, en Tepeapulco.
Este hallazgo de pequeñas dimensiones (24,5 cm. de largo por 10,5 de ancho, y 10 de altura) consta de una caja oblonga y su tapadera. Además, en su interior se alojan varios tallados en obsidiana y jade, así como conchas. A su costado, también se encontró un cuchillo prehispánico elaborado en piedra.
Durante las acciones arqueológicas de noviembre a diciembre de 1997, el equipo de arqueólogos se encontraba restaurando el tablero del tercer escalón de la pirámide El tecolote, cuando Carlos Hernández hizo el descubrimiento. La cajita se encontraba cubierta de escasos 30 centímetros de tierra. La levantó y encontró todo lo que tenía en su interior.
La disposición del descubrimiento en la pirámide del Jigüingo y los documentos de que dispone, hacen pensar al arqueólogo Carlos Hernández que se trata de una ofrenda propiciatoria colocada en honor a la propia pirámide donde se aloja.
En una conferencia, el investigador destacó la importancia de este tepetlacalli por encima de los otros dos que existen en el país. Dado que estos últimos se encontraron fuera de su contexto arqueológico, la caja de piedra de Tepeapulco tiene la virtud de que puede aportar información de mucha mayor utilidad en una investigación.
Entre otras conclusiones preliminares, Hernández refirió que sus primeras indagaciones lo llevan a presumir que al interior de la pirámide del Jigüingo se encontraba una oquedad de proporciones suficientes para presumir que se trata de una cámara mortuoria donde pudieron llegarse a realizar entierros.
Luis Frías/Milenio
En todo el país únicamente han sido halladas tres cajas de piedra con estas características. Son pequeñas y tienen en su interior objetos que hacen referencia al mar. Dos fueron halladas en Teotihuacan, Estado de México, mientras la última se localizó en el sitio arqueológico del Jigüingo, en Tepeapulco.
Este hallazgo de pequeñas dimensiones (24,5 cm. de largo por 10,5 de ancho, y 10 de altura) consta de una caja oblonga y su tapadera. Además, en su interior se alojan varios tallados en obsidiana y jade, así como conchas. A su costado, también se encontró un cuchillo prehispánico elaborado en piedra.
Durante las acciones arqueológicas de noviembre a diciembre de 1997, el equipo de arqueólogos se encontraba restaurando el tablero del tercer escalón de la pirámide El tecolote, cuando Carlos Hernández hizo el descubrimiento. La cajita se encontraba cubierta de escasos 30 centímetros de tierra. La levantó y encontró todo lo que tenía en su interior.
La disposición del descubrimiento en la pirámide del Jigüingo y los documentos de que dispone, hacen pensar al arqueólogo Carlos Hernández que se trata de una ofrenda propiciatoria colocada en honor a la propia pirámide donde se aloja.
En una conferencia, el investigador destacó la importancia de este tepetlacalli por encima de los otros dos que existen en el país. Dado que estos últimos se encontraron fuera de su contexto arqueológico, la caja de piedra de Tepeapulco tiene la virtud de que puede aportar información de mucha mayor utilidad en una investigación.
Entre otras conclusiones preliminares, Hernández refirió que sus primeras indagaciones lo llevan a presumir que al interior de la pirámide del Jigüingo se encontraba una oquedad de proporciones suficientes para presumir que se trata de una cámara mortuoria donde pudieron llegarse a realizar entierros.
Luis Frías/Milenio
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